lunes, 8 de diciembre de 2014

JANE EYRE (Jane Eyre, 2011)



PASIÓN GÓTICA
 
Hace algunos años Cary Fukunaga estrenaba su opera prima, Sin nombre (Sin nombre, 2008), un interesante acercamiento a la doble problemática de los “espaldas mojadas” y las letales maras. El empeño antropológico del film se intoxicaba con elementos románticos y aventureros, configurando una atractiva mixtura entre el drama social, el thriller, la road movie y el western. Yo escribía entonces que su periplo suponía para la joven pareja protagonista “una toma de conciencia de otras realidades (ambos provienen de mundos distintos pero igualmente infortunados), así como una evolución en sus sentimientos de solidaridad y amistad” (1). En cierto modo, la nueva obra de Fukunaga, Jane Eyre, traslada esa búsqueda de autoconocimiento y exploración del otro que palpitaba en Sin nombre a una historia y una época muy diferentes. Las descritas por la autora inglesa Charlotte Brontë en su magnífica novela gótica Jane Eyre, publicada, con éxito instantáneo, en 1847.


La pregunta que, por lógica, nos hemos formulado muchos comentaristas al tener conocimiento de este proyecto, y recordando que el libro en el que se inspira ha legado ya innumerables adaptaciones a la pantalla (las dos primeras en 1910, nada menos), era obvia: “¿tiene algo nuevo que ofrecernos?”. Contra todo pronóstico, la respuesta es positiva. O, al menos, lo es en gran medida, pues el film aporta una particular y estimulante combinación entre naturalismo y morbidez: la atmósfera enfermiza y mortecina que pesa sobre unos personajes esclavizados por las convenciones sociales y los miedos inculcados, no oculta, sino que potencia, sus deseos y anhelos. La tensión generada por esta lucha se expresa no sólo a través de miradas y gestos fugaces, también por el modo en como Fukunaga filma el entorno, los parajes, el viento azotando los arbustos, las nubes sombrías avanzando sobre los tejados de la casa solariega, los verdes prados rotos por afiladas piedras… Todo indica que el espíritu bulle y combate por quebrar las pesadas cadenas que lo atenazan.


Esta figura de la naturaleza como reflejo de las tensiones interiores de los personajes, fundamental en la novela romántica cultivada durante el XIX, se halla también presente, con mayor fuerza, en el libro de Emily Brontë, hermana de Charlotte, Cumbres borrascosas (editada en idéntico año que Jane Eyre). Ambos trabajos guardan similitudes en cuanto a tono trágicamente romántico y atmósfera lindante con lo fantástico, e incluso el horror gótico. Tales afinidades, que no excluyen elementos autobiográficos, se explican en las vivencias de ambas hermanas, desgraciadas en la vida y el amor. De hecho, la propia Charlotte, como Jane Eyre en su novela, pierde a su madre a edad temprana y es enviada a un severo colegio donde enferma de tuberculosis. Más tarde, se ve obligada a ingresar en un internado de Bruselas, de cuyo profesor, mucho mayor que ella, se enamora sin remedio. Debe sin embargo abandonar la institución y regresar a Inglaterra, pues su tía fallece. Y pocos años después publica su Jane Eyre, donde refleja todo su dolor por un amor tortuoso y la soledad sufrida en tal escenario. Quienes hayan leído la novela detectarán paralelismos entre la narración y el discurrir vital de la autora. Sin duda de ahí proviene la intensa carga emocional que destila la obra literaria, en absoluto derrotista, pues Charlotte sublima en su personaje toda la fuerza y el coraje necesarios para sobrevivir en una época no especialmente grata para la condición femenina, sometidas como estaban las mujeres al yugo de las arcaicas convenciones de la sociedad británica de entonces. La Jane Eyre del texto y su alter ego cinematográfico no se resignan en modo alguno a un destino marcado que las condena a ser, en el mejor de los casos, comparsas de los hombres. En este sentido, Cary Fukunaga destaca la especial relación que surge entre Jane (Mia Wasikowska) y su empleador, el dueño de la apartada mansión Thornfield donde ella ejerce como institutriz, Lord Rochester (Michael Fassbender), un hombre de mundo, mayor que ella, recio pero taciturno, amargado por un insondable secreto y en apariencia inaccesible: “Hay muchas razones por las que conectan. La capacidad de amar de Jane es, sin duda, muy importante para Rochester, que la conoce extremadamente herido por su primer matrimonio. Aunque Jane es apasionada, su conexión primigenia se halla en lo intelectual, en el modo en que ambos ven el mundo. El amor llega después. Pero antes de eso está el respeto. Rochester respeta a Jane por su capacidad intelectual y su personalidad. Se da cuenta de que ella no es alguien con quien se pueda jugar” (2).


Fukunaga se permite, también, alterar la estructura original del relato, cuyas incidencias son expuestas por la autora con linealidad cronológica. El director, con perspicacia y una intuitiva reescritura que potencia el suspense del film, ya desde la primera escena sobrecoge al espectador sumergiéndole de lleno en un instante de intenso dramatismo: Empezar con un segmento avanzado de la trama y pasar después a explicar todo con ‘flashbacks’ […] me pareció que era una buena idea, ya que le daba un aspecto narrativo muy contemporáneo a la historia. La misma novela impone un gran sentido del misterio en los capítulos que se desarrollan en Thornfield, por lo que tenía sentido empezar la cinta de este modo” (3). Estrategia que implica, además, una interesante y fundamental novedad, pues se subraya el carácter subjetivo del drama mediante esta fragmentación que sitúa en primer término las íntimas percepciones, la impresión sensorial experimentada por Jane. A partir de este instante queda claro que el cineasta no va a someterse al dictado y la impronta de otras adaptaciones canónicas. Fukunaga respeta el espíritu de la novela, pero sin doblegar su propia creatividad. De ahí que destaque su película, positivamente, entre el batallón de versiones previas, algunas muy recordadas: entre ellas, y con especiales méritos, las firmadas por Christy Cabanne, Robert Stevenson, Delbert Mann y Franco Zeffirelli respectivamente en 1934 (con Virginia Bruce y Colin Clive), 1943 (con Joan Fontaine y Orson Welles), 1970 (en realidad un telefilme estrenado en España en salas comerciales, con Susannah York y George C. Scott) y 1996 (con Charlotte Gainsbourg y William Hurt).


No me resisto a finalizar este texto con una cita a la novela, cuya lectura recomiendo, y me permito aquí reproducir un breve párrafo como ejemplo de excelencia literaria y del sentido trágico de su narrativa; también como muestra del intenso carácter de su personaje principal, quien, en un momento dado, se dirige al propio lector (a nosotros), para contarle, mediante siniestra fábula, el estado de su ánimo, la conmoción de haber rozado el cielo y a continuación perderlo todo: “Un enamorado divisa a su amante dormida en el césped y desea contemplarla de cerca sin interrumpir su sueño. Avanza, cauteloso; se para creyendo que ella se mueve; se retira, temiendo que le vea… Pero todo está tranquilo y entonces vuelve a avanzar. Se inclina sobre ella lentamente, gozando de antemano con la visión de la belleza que va a admirar. Y de pronto se sobresalta, se precipita, sujeta fuertemente entre sus brazos a la que un momento antes no osaba tocar con un dedo. Pronuncia su nombre a gritos, la mira con desesperación. ¡Porque ella no puede contestarle! El enamorado había creído dormida a su amada… y la encuentra fría e inmóvil como una piedra”.



Notas

1.- Javier G. Romero: crítica de Sin nombre en Revista de cine, nº 17 (Cine Club UNED, Soria, 2010).
2.- Entrevista a Cary Fukunaga en www.cineparasimples.com (17-10-2011).
3.- Sergio Burstein: entrevista a Cary Fukunaga y Mia Wasikowska en www.mangazon.com (11-03-2012).

JANE EYRE (Jane Eyre, 2011)
Reino Unido / Estados Unidos. 120 minutos
D: Cary Fukunaga. P: Alison Owen y Paul Trijbits para Ruby Films y BBC Films. G: Moira Buffini, basado en la novela de Charlotte Brontë. M: Dario Marianelli. F: Adriano Goldman. Mo: Melanie Ann Oliver. Dis. prod.: Will Hughes-Jones.
CAST: Mia Wasikowska (Jane Eyre), Michael Fassbender (Rochester), Judi Dench (Sra. Fairfax), Jamie Bell (St. John Rivers), Su Elliot (Hannah), Holliday Grainger (Diana Rivers), Tamzin Merchant (Mary Rivers), Sally Hawkins (Sra. Reed), Amelia Clarkson (Joven Jane), Rosie Cavaliero (Grace Poole), Imogen Poots (Blanche Ingram).

2 comentarios:

  1. Buenos días, amigo Javier:

    Me adhiero a tu interés por esta estupenda versión de "Jane Eyre", que ya me pareció muy interesante en el momento de su estreno, cuando la comenté para "Dirigido por...", y merecía más suerte que la que tuvo.

    Un abrazo,
    Tomás.

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    1. Cierto, Tomás, Fukunaga ya había dado muestras de buen hacer con su previa "Sin nombre" (2008) y “Jane Eyre” es un título de lo más estimable que pasó desapercibido en su momento. Aunque en realidad este texto lo publiqué hace un par de años en la "Revista de Cine" de la UNED en Soria (curso 2012), pienso que no está de más rescatarlo ahora que el director ha dado la campanada con "True Detective". En cualquier caso, comparto contigo el interés por este estupendo filme.

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