La
eclosión editorial que en nuestro país está viviendo el cine fantástico
mediante la publicación de fanzines y libros especializados, propicia desde
hace algún tiempo la aparición de jóvenes autores entrenados, sobre todo, en la
siempre hiperactiva blogosfera. Daniel Rodríguez Sánchez (Gijón, 1984) es uno
de estos nombres recién llegados consagrados al estudio del género fantástico y
de terror, ámbito de la cultura popular que ha desgranado en numerosos textos
pulsando sus variadas disciplinas: cómic, literatura, cine… Tras un previo
periodo curtiéndose en diversas webs y blogs, firma ahora en solitario su
primer libro –nº 1 de la Colección Ultramundo–, Rob Zombie. Las siniestras armonías de la sordidez (Tyrannosaurus
Books, Barcelona, 2014), a su vez pionero ensayo en lengua española dedicado a
la controvertida figura de este músico y cineasta norteamericano, responsable
de obras tan estimulantes como su debut en el cine, La casa de los 1000 cadáveres (House
of 1000 Corpses, 2002), o bizarras como la inquietante The Lords of Salem (The Lords
of Salem, 2012). Obras estas, más el resto de su macabra filmografía, que
personalmente me atraen y seducen por su delirante sentido del horror y la
contundencia del universo malsano, no exento de un humor feroz, que Zombie
plasma en impactantes pero sólidas imágenes, mediante un discurso tan
particular como atractivo.
Es pues
el presente libro una obra singular, por la que tengo un especial aprecio y que
recomiendo para adentrarse en la tortuosa y enloquecida filmografía de este
creador a contracorriente. Precisamente el entusiasmo que me suscitan los
filmes de Zombie me animó a aceptar la gentil invitación de Miguel Díaz
González, coordinador de la obra, para colaborar en sus páginas redactando el
prólogo; no obstante, compruebo con tristeza que, finalmente, y en contra de lo
habitual en el sector, no se me ha consignado como autor del mismo ni en las
cubiertas (lo más usual) ni en los créditos ni en el índice del libro. En cualquier caso, rescato a
continuación un fragmento de mi texto, para dar pie así a la charla mantenida
con Daniel Rodríguez Sánchez, dispuesto a explicarnos la génesis del libro y
las diversas claves de su trabajo como escritor y estudioso del inclasificable
Rob Zombie: “Invito al lector a adentrarse en
esta meticulosa aproximación a la obra del realizador, cuyos filmes cobijan,
sin el menor empacho, la humorada salvaje, la alucinación mesiánico/satánica,
la impudicia más licenciosa, trastornos singulares de la mente, personajes
vesánicos inmersos en una furiosa atmósfera transgresora… y con un paradójico
sentido de la coartada sociológica. Al fin y al cabo, no hay necesidad de
justificar lo que, en la realidad paralela creada por Zombie, no precisa ser
explicado: el nihilismo de un Mal que niega todo sentido a la vida tal y como
la conocemos”.
—Eres
un autor relativamente joven, pero ya has demostrado una clara preferencia por
el género fantástico. Cuéntanos cómo comenzó esa pasión tuya por este tipo de
cultura popular y cómo empezaste a colaborar con diversas webs.
—Mi admiración y devoción por el fantástico
podría decirse que se inició simultáneamente con mi interés por el cine, a una
edad bastante temprana. Aunque siendo un jovencísimo espectador me comenzó a
atraer cualquier tipo de ficción, es en el terror y la fantasía donde encuentro
mis mayores preferencias: estos géneros juegan con unas realidades complejas y
en muchos casos perturbadoras, que habitualmente se utilizan para mostrar ese
lado oscuro e inquietante de nuestra cultura. Esto no es algo que se pueda apreciar
en el día a día (como sí podría ocurrir con otro tipo de géneros) y sus
mecanismos acaban siempre por generar una conexión con el espectador en busca
siempre de su inquietud. Me parece muy atrayente esa manera de mostrar el
reverso oculto de la realidad, y que las clásicas películas de terror han
sabido expresar muy bien. Mis inicios como escritor comienzan hará unos ocho
años, cuando empiezo a colaborar con el portal Ultramundo gracias a la invitación de su responsable, Miguel Díaz.
Aunque mis contribuciones a la web están enfrascadas principalmente en la
crítica de cine, también me ocupo de la reseña de obras de otros medios como la
literatura y el cómic. A partir de ahí me surgió la oportunidad de colaborar
también con otras webs como Cine Maldito,
además de mi participación en el llamado podcasting
u otros eventos culturales.
—En
agosto de 2014 por fin te lanzas al ruedo de la blogosfera y fundas El Gabinete del Reverendo Wilson,
inaugurándolo, si mal no recuerdo, con un Dossier Lovecraft…
—La apertura de un blog era algo que tenía
en mente desde hace tiempo. Me apetecía mucho la posibilidad de fundar un website propio en el que organizar de
manera muy personal sus contenidos y características. Mi idea con El Gabinete del Reverendo Wilson, que
aún se encuentra en un fase muy inicial, es la de crear un pequeño espacio
donde dar cabida a ese sector más underground
de la contracultura que consumo día a día. Siendo consciente del gran número de
espacios similares que hay en la red, afronté el blog como un capricho
personal: lo veo como un pequeño espacio donde esparcir mis impresiones sobre
obras de diversa índole, haciendo hincapié en el fantástico y con el sano
objetivo de congregar un modesto grupo de lectores con los que intercambiar opiniones.
Y sí, uno de los primeros contenidos con los que di el pistoletazo de salida
fue un dossier dedicado a la obra de
H. P. Lovecraft; en estos momentos estoy inmerso en la lectura de su obra menos
conocida, y me parecía una muestra perfecta del tipo de contenido que me
gustaría que caracterizase al Gabinete.
Aunque, como digo, la evolución del sitio es bastante lenta, ya que le dedico
el poco tiempo libre que me dejan otros trabajos paralelos relacionados con la
escritura.
—Has
debutado por todo lo alto en la bibliografía cinematográfica con un libro
consagrado al cineasta Rob Zombie. ¿Qué te atrae de este polifacético artista
estadounidense?
—Digamos que el origen de mi interés por
Rob Zombie es parejo al que me suscitan otros de sus compañeros de generación.
Rob pertenece a una escuela de jóvenes realizadores, nacida con el encanto de lo
espontáneo a principios de la década de los 2000, que quisieron ofrecer un
impacto estético y formal al cine de terror de entonces. Nombres como Eli Roth,
James Wan, Alexandre Aja, Greg Mclean o el propio Zombie han destacado por
ofrecer una serie de productos de género tremendamente viscerales, explícitos,
y con los aires guerrilleros y salvajes de la época dorada del cine de terror
de los 70. Vi la eclosión de estos realizadores como una respuesta actual a esa generación surgida
décadas atrás donde gente como Wes Craven, Tobe Hooper, Bob Clark y un largo
etcétera revolucionaron el género y le añadieron un árido realismo en base a
una simbología violentísima, sin descartar incluso las connotaciones
critico-sociales, pero dentro de un bajo presupuesto que les hacía luchar
contra la escasez de medios con un excelso nervio narrativo. El caso de Rob
Zombie me pareció el que mejor se amoldaba a esta mirada al pasado donde parece
prevalecer su condición de espectador apasionado frente a la de realizador,
añadiendo unas claras, perversas y personalísimas señas de identidad que ya se
vislumbraban en las otras facetas que desarrolló antes de debutar en la
dirección con La casa de los 1000
cadáveres.
—¿Puedes
contarnos cuál ha sido la génesis, el origen del libro? ¿Estás satisfecho del
resultado final?
—El origen de la publicación nos lleva a mi
colaboración con Ultramundo. Miguel
Díaz me encargó hace ya unos años la realización de un dossier analítico sobre la filmografía de Rob Zombie, bajo un
formato de reseña que empezaba a implantarse en la web durante ese tiempo. Consistía
en la división del texto en dos partes: una en la que desarrollar una crítica
puramente cinematográfica, dejando en una segunda sección el estudio sobre los
datos informativos de cada una de las películas. Debido a mi admiración por el
artista, creció en mí un sentimiento de obligación por realizar el más completo
trabajo que mi capacidad pudiera abarcar, así que me zambullí en una ardua
labor de documentación e investigación acerca de la faceta cinematográfica de
Zombie. Quedaron unos trabajos bastante extensos, por lo que Miguel me sugirió
la posibilidad de dar el paso al formato libro y editar una monografía de Rob
Zombie en papel. La idea me pareció fantástica y me dispuse a reescribir los
textos con la intención de darles unidad, además de extender el estudio a las
otras vertientes del autor, como la música y el cómic. De un artista tan
personal como Rob, con unas particularidades tan arraigadas, me pareció
indispensable abordar todas sus facetas artísticas para reconducir el análisis
hacia sus personales rasgos de estilo. El proyecto se ofreció a Tyrannosaurus
Books, que aceptaron de primeras, y la publicación se convertiría en el primer
número de la “Colección Ultramundo”, una colaboración entre la editoral y la
web donde dar cabida una serie de libros sobre cineastas que aún no tenían monografías
propias (como es el caso de Zombie) o que no gozasen de un relevante análisis
previo. Estoy muy contento con el resultado final, no sólo por la ilusión de
ver en papel un proyecto que nace desde la pasión y trabajo diario de un medio
tan injustamente subestimado como es un blog, sino también porque creo que mi
particular visión global de Zombie ha quedado bien plasmada en el texto.
—¿Cómo
te planteaste tu acercamiento a la obra de Rob Zombie, siendo esta tan dispar y
tocando varias disciplinas artísticas?
—La estructura de la obra venía en parte
marcada por el formato de reseña que he mencionado antes, que tanto Miguel Díaz
en sus labores de coordinación como yo a la pluma queríamos que fuese una de las señas de
identidad de la Colección Ultramundo. Esta organización del texto me pareció
bastante acorde a lo que tenía en mente para abordar todas y cada una de las
constantes y señas de identidad del artista. Por ello, era indispensable que en
el análisis puramente cinematográfico de cada una de sus películas estuviesen
referenciadas sus particulares características de estilo, tanto las influencias
puramente fílmicas como aquellas que se nutren de referencias sociales,
contraculturales y de su oscuro y perverso ideario, las cuales pueden encontrarse
además en las otras facetas abordadas por el artista. En el apartado dedicado a
desentrañar todos los recovecos relacionados con los aspectos paralelos de cada
una de sus obras, me pareció muy interesante la inclusión de la propia mirada
de Zombie hacia el amplio bagaje (contra)cultural que compone su estilo, además
de la valoración del propio artista sobre su obra. Debido a ello estudié buen
número de entrevistas a Rob, que para mí como autor supuso la apasionante
experiencia de inmiscuirme en la mirada de un creador sobre su propia obra y
ese nutrido grupo de referencias ajenas por las que comparto admiración. De
Zombie destaco cómo en cada una de sus facetas artísticas están presentes las
constantes que conforman una iconografía que él mismo ha ido confeccionando en
base a algunos de sus más oscuros apuntes biográficos y al consumo masivo de
todo tipo de cultura underground. La
manera en que estas diatribas tan personales confluyen en toda su obra,
adaptándose a cada una de las facetas que ha tocado, era una auto-obligación
autoral que tenía en mente abordar desde el inicio del proyecto.
—¿Distinguirías
diversos estilos en el cine de Zombie, dependiendo de la película, o responde
su visión siempre a un ideario particular? Por ejemplo, películas como Los renegados del diablo (The Devil’s Rejects, 2005) o The Lords of Salem (2012) pueden
parecer, a simple vista, muy diferentes en cuanto a estilo narrativo y visual…
—Personalmente creo que Zombie es fiel a
una simbología y estilo muy personales, que ha ido labrando y perfeccionando
con el paso de los años. Da especial importancia a la estética como medio de
exposición de su nervio narrativo, logrando con Los renegados del diablo la depuración de unas maneras que en La casa de los 1000 cadáveres se
exponían casi de forma experimental. Precisamente citas The Lords of Salem, la película en la que su narrativa mutó para
exponer un terror mucho más atmosférico, ambiental y con alto grado de
abstracción, aprovechando la libertad creativa de la que gozaba en ese momento.
Muchos se sintieron defraudados ante esto, de ahí la gran disparidad de
críticas que tuvo la película, aunque yo la he asimilado como un paso más en su
formación como cineasta. A pesar de las maneras y un cambio estético importante
para/con su concepción del horror, las propiedades intrínsecas del Zombie
cineasta están presentes: visceral pulso narrativo, sobre-exaltación visual de
lo grotesco y esa personal y particular habilidad para ocasionar incomodidad.
Creo que estamos ante un cineasta comprometido hasta el extremo con su ideario,
aunque siempre dispuesto al aprendizaje y la evolución.
—Bajo
tu punto de vista, ¿crees que Rob Zombie es un cineasta respetado por la
crítica “oficial” o de momento sólo goza del favor de los incondicionales del
género fantástico? En cualquier caso, ¿piensas que Zombie busca el
reconocimiento de la industria o, por el contrario, le agrada cierta
marginalidad?
—Creo que es de los nombres ligados al cine
fantástico de la actualidad que más respeto ha obtenido por la crítica. Su
tenaz compromiso con la vertiente más extrema del género está claro que no ha
sido plato para todos los gustos, de ahí que muchas de sus películas sean tan
alabadas como vilipendiadas. Sí es cierto que la incomodidad de sus discursos
impide que sea tenido en cuenta en un ámbito general de la crítica especializada,
pero su prestigio dentro del Fantastique
queda fuera de toda duda. Respecto a la segunda cuestión que planteas, pienso
que como autor sí ve con cierto agrado cualquier tipo de reconocimiento, aunque
no entre dentro de sus deseos primordiales: es muy consciente de la
sub-industria a la que pertenece su cine, la misma de esos cineastas que
idolatra. Esto podemos extrapolarlo a sus otras facetas artísticas, donde
ocurre exactamente lo mismo. Digamos que Zombie se siente cómodo y realizado
como un artista muy simbólico en esa contracultura que él mismo idealiza,
siendo consciente de que elevarse en ambiciones podría ser un error.
—Zombie
ha firmado su particular reboot de la
saga Halloween de John Carpenter. Una serie ya muy codificada en la memoria
cinéfila. ¿La ha llevado él a su terreno o se ha sometido a los dictados de lo
ya existente?
—Digamos que ambas opciones pueden
considerarse como válidas. En Halloween.
El origen (Halloween, 2007),
primera parte de su díptico sobre Michael Myers, Zombie asume una
responsabilidad de eterno respeto a la obra original de John Carpenter,
cineasta al que adora y personalmente pidió permiso para verter sobre ella su
privativo torrente visual. Rob quiso ampliar la figura icónica de Michael Myers
ahondando en aquello que precisamente Carpenter no consideró necesario indagar,
la infancia y supuesto origen de la maldad del villano. En esta primera
película sí vemos muchos atisbos personales de las peculiares maneras de Rob,
sobre todo en su calado visual, aunque en el último acto del metraje se centre sobre
todo en repetir los planos y secuencias ya vistos en el film original. Las
presiones y falta de independencia que le hizo sufrir Dimension Films le
impidieron depurar a fondo una visión mucho más personal respecto a La noche de Halloween (Halloween, John Carpenter, 1978), a
pesar de que el film, en esencia, acabó siendo una metódica revisión visual del
slasher como (sub)género. En Halloween
II (2009) cambiarían las tornas, ya que Zombie sólo aceptó realizarla
bajo una libertad autoral que finalmente consiguió, logrando un estudio surrealista, onírico y hasta en cierta medida
melancólico de la personalidad del monstruo, una peculiar visión del psychokiller como icono contracultural.
Posiblemente en esta segunda parte nos encontremos con el auténtico punto de
vista que utiliza Rob Zombie para asimilar el slasher, lejos de cualquier atadura, donde “intoxica” el (sub)género
con todo su ideario, para acabar dando forma a la película más compleja de su
carrera.
—Zombie
ha tocado incluso el cine de animación. ¿Cómo encaja The Haunted World of El Superbeasto (2009) en su filmografía?
—Una de las facetas de Rob Zombie, y mucha
gente la desconoce, es la de la ilustración, que incluso le llevó a iniciar
estudios relacionados con esta materia en su adolescencia. Aunque al final los abandonó,
siguió muy íntimamente ligado a esta disciplina llegando incluso a ser un autor
de cierto prestigio en el mundo del cómic. Así, desarrolló una pasión paralela
por la animación y una fiel adoración por uno de los nombres más populares en
esta vertiente, Ralph Bakshi, quien frecuentó un cine de animación más enfocado
al público adulto, algo realmente chocante en un género que muchos ven como
exclusivo para los más pequeños. Entonces, Zombie planteó hacer, a modo de divertimento,
un film de animación en la línea adulta de Bakshi, aunque como en casi todo lo
relacionado con Rob, la premisa se lleva hasta el exceso. Así, surge The Haunted
World of El Superbeasto, basada en uno de los cómics de su propia
creación y que puede considerarse dentro de su filmografía como un capricho
casual, con poca relevancia respecto al resto de sus obras, pero donde revierte
con una muy interesante vis cómica las constantes de su cine, con multitud de
guiños y autoreferencias incluidas.
—Artículos
y entrevistas en publicaciones periódicas aparte, si no me equivoco tu libro
sobre Rob Zombie es la primera monografía sobre este cineasta publicada a nivel
mundial. Esta particularidad, y teniendo en cuenta que Zombie aún es un creador
joven y en activo, ¿te ha hecho sentir una presión o una responsabilidad
especial, al no tratarse de un cineasta fallecido? ¿O es indiferente?
—Durante la escritura, por mi parte hubo un
desconocimiento absoluto de la posible existencia o no de una monografía sobre
Rob a nivel internacional. Es más, daba por hecho de que al menos en Estados
Unidos sería fácil encontrar algún tipo de publicación sobre su figura. Sí es
cierto que conocía el dato de que a nivel doméstico Rob Zombie. Las siniestras armonías de la sordidez iba a ser el
primer libro publicado en España sobre el artista, lo cual en cierta
medida genera una responsabilidad: Rob
es una celebridad con un número considerable de seguidores y es normal que el
libro lleve implícito el deseo de que a todos ellos les aporte un contenido
interesante. El problema que veo a la hora de publicar un ensayo sobre un
cineasta no fallecido, es que si se trata de una figura de un calado tan
marcado y estilo tan personal, habitualmente las formas y maneras artísticas
varían con el paso del tiempo; con esto, quiero decir que una de las
peculiaridades más interesantes del estudio de una filmografía es valorar el
peso de cada obra dentro de ella, y si tratamos con una producción en continuo
crecimiento la publicación corre el riesgo de quedar parcialmente obsoleta. Aun
así, estoy contento porque mi valoración sobre el peso de Rob Zombie dentro del
cine de género actual creo que ha quedado bien expuesta y planteada.
—¿Qué
dirías a aquella facción de la crítica que menosprecia el cine de Zombie
tachándolo de zafio o mediocre? ¿Se precisa una sensibilidad especial para
acercarse a su cine?
—Como se suele decir, toda obra es
susceptible de crítica y en cada análisis debe existir la libertad de opinión…
Seguramente exista una parte de la crítica especializada que tendrá sus motivos
y/o gustos para usar semejantes adjetivos, aunque también está claro que dentro
de la misma vertiente de análisis hay muchos prejuicios hacia el cine fantástico
en general, y a las altas dosis de extremismo en particular. En tu segunda
cuestión creo que está la clave: creo que su arte es lo suficientemente válido
para que cualquier persona con un mínimo de interés cinéfilo pueda saber
apreciar las dimensiones de su simbología, aunque también es cierto que su cine
parte de unos referentes muy específicos que disfrutarán más aquellas personas
con unas inquietudes similares, no sólo en cuanto ideario o simbología, sino en
lo que respecta a la forma de adentrarse en el horror en sus formas más
excesivas.
—¿Qué
ha supuesto para ti, como autor, el salto desde internet al papel impreso? ¿Has
notado diferencias entre ambos medios?
—A la hora de escribir y afrontar los
textos no me supuso mayor problema, a pesar de sufrir el cambio de medio a
mitad de todo el proceso. La gran diferencia, haciendo una valoración global
sobre la creación de la obra, es que la independencia que da un medio como
Internet genera bastante más tranquilidad, cuando elementos como el límite de
espacio o estilo narrativo vienen prácticamente relacionados con la libertad
del autor. Pero es cierto que, a la hora de afrontar los textos como algo
publicable a nivel físico parece surgir un mayor nivel de responsabilidad, ya
que normalmente en el papel escribes para alguien externo, con quien quieres
cumplir unas expectativas dadas de antemano. En esencia, no debería ocasionar
ningún trastorno al trabajo final, pero sí creo que al menos bajo mi
experiencia publicar en papel genera un compromiso extra.
—Tras
este prometedor debut, ¿tienes en mente más proyectos, algún otro libro?
—Afortunadamente, al momento de escribir estas
líneas, estoy inmerso en una obra de autoría colectiva dedicada al
incombustible productor Charles Band y su mítica compañía Empire, que editan conjuntamente
AppleHead Team y el equipo de Ultramundo.
Grata experiencia para mí, ya que aquí es un placer compartir pluma con
analistas de gran talento y me ha permitido adentrarme en cierta manera en el
imaginario tan peculiar de Band y su ristra de extravagantes películas. Tengo
en mente varias ideas para futuras publicaciones, que aún he de matizar y
discurrir. De momento, puedo afirmar que todas ellas están relacionadas con el
fantástico y el cine exploitation,
tendencias en las que más a gusto me siento escribiendo.
—¿Quieres
añadir alguna cosa más, a modo de conclusión?
—Agradecerte
enormemente, Javier, la entrevista y el enorme interés que has mostrado en la
publicación ya desde prácticamente su génesis. Y respecto a Rob Zombie. Las Siniestras armonías de la sordidez
esperar que haga disfrutar tanto a los acólitos de Rob como aquellos atrevidos cinéfilos que no conozcan
nada de su polifacética carrera.
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