domingo, 20 de enero de 2013

PATTY SHEPARD. THE GIRL WITH DEEP BLUE EYES (parte II)

He aquí la segunda mitad de este artículo consagrado a Patty Shepard que a raíz de su fallecimiento, ocurrido el 3 de enero pero hecho público el día 9, he escrito con ánimo de recordar la trayectoria, humana y artística, de tan particular y querida actriz. La localización de datos no ha sido fácil, habida cuenta de la escasa información que sobre ella existe publicada; mas esta previa etapa de investigación y búsqueda me ha resultado apasionante, pues me ha permitido zambullirme en una época de nuestro cine especialmente atractiva. A la primera entrega, agregada a este blog el pasado 14 de enero, añado ahora la conclusión, que he redactado con respeto a su memoria, pero sin obviar determinadas consideraciones acerca de su decurso vital y profesional. Quiero así mismo agradecer a Carlos Aguilar, amigo de Patty y de su marido Manuel de Blas, algunas oportunas matizaciones que me han sido muy útiles para afrontar la versión definitiva de este texto.


PATTY SHEPARD. THE GIRL WITH DEEP BLUE EYES
Segunda parte

STEFANIA Y LAS BRUJAS
Con sólo 27 años Patty Shepard ya despliega una filmografía considerable, de más de 20 títulos. En 1972 se halla en el cénit de su carrera, y tras un drama romántico sin mayor interés, Timanfaya (1972, José Antonio de la Loma), interviene en una estupenda película de Tonino Valerii, la hispano-italiana Sumario sangriento de la pequeña Stefania. Rodado en plena eclosión del Giallo, e inscrito en esta tendencia, el film brinda a Patty un papel de maestra de escuela, sencilla y modesta, que borda con suma eficacia (el instante en que al llegar al domicilio se desnuda mostrando los pechos es, claro, depurado por la Censura en la versión española), a la par que constituye su brutal asesinato mediante sierra eléctrica uno de los más recordados momentos de tan lograda y atmosférica película. El propio Valerii, tiempo después, describía con orgullo el rodaje de esta escena: «La hoja redonda y dentada fue reemplazada por una idéntica pero de papel de plata. La bata que vestía Patty Shepard fue cortada con una hoja de afeitar y los dos bordes unidos por la parte interior con celo al que atamos un hilo. La Black & Decker llevaba un vaporizador escondido bajo el interruptor, oculto en la mano del operario. Apenas la falsa hoja se acercaba a la bata, en perfecta sincronía un hombre tiraba del hilo desprendiendo el celo, la actriz con un leve movimiento abría aún más el corte de la prenda y en el mismo instante el vaporizador salpicaba la sangre por todas partes. El efecto era sobrecogedor: al terminar, Patty, en pleno ataque de histeria, siguió gritando y no paró hasta que le endosé un terapéutico bofetón» (8). Aparte de estas atenciones peculiares de Valerii, le cabe, además, el honor a la actriz de ser la protagonista absoluta del magnífico póster italiano.


Un viejo conocido contacta entonces con ella: Raúl Artigot la reclama para un papel protagonista en su debut como director, una historia de brujería en la coetánea España profunda cuyo guión ha redactado bajo el título El monte de las brujas (1972). Tendrá como compañero de reparto al extraño actor iraní John Gaffari, a quien el novel cineasta ha conocido poco antes, durante el rodaje con Jesús Franco de Les démons (1972). Pero la filmación supondrá una experiencia catastrófica para muchos de los implicados, como relata el propio Artigot: «Llevé el guión a Pepe Truchado y lo presentó a una productora de nuevo cuño, Azor Films. Más tarde supe que se trataba de una tapadera, una productora creada con objeto de sacar dinero que Paramount tenía retenido en Europa [...]. La película empezó mal y acabó peor, el jefe de producción, un perfecto cretino, se la cargó para los restos. [...] Rodé dos escenas en versión doble, una en la que Patty sale con el pecho al aire y otra donde una gata se transforma en bruja y aparece desnuda un instante. En la película surge en la noche una procesión de mujeres vestidas con túnicas de gasa; el jefe de producción discutió con ellas negándose a pagar las horas nocturnas. El novio de una de ellas, funcionario de policía, aconsejó a las chicas que presentaran una denuncia en comisaría. Así lo hicieron alegando en venganza que las habían obligado a rodar desnudas. La denuncia pasó al Ministerio y con la película en montaje se presentaron dos inspectores con orden de revisar el copión. Por estupidez o maldad, aún no lo sé con certeza, el montador, Pedro del Rey, les pasó el copión entero; en la escena de la procesión, causa de la denuncia, no había falta alguna a la moral... pero al revisar el copión aparecieron las dobles versiones y a ellas se agarraron» (9).
En consecuencia, la película se prohíbe, no sin antes lograr un pase en el Festival de Sitges, donde obtiene una mención especial del jurado. El monte de las brujas nunca llegará a exhibirse comercialmente en España, aunque circule una copia en vídeo, de infame calidad y proveniente de los USA (hacia allí escapó alguien con un internegativo del film). Un caso francamente injusto y desgraciado, pues la película —que este cronista ha tenido ocasión de revisar en una copia excelente que obra en poder de Filmoteca Española— destaca por encima del grueso de la producción fantástica de entonces, merced a un conseguido y denso clima de irrealidad, de misterio ancestral y recóndito, de magia y mitologías netamente autóctonas.


Patty a continuación es reclutada para una serie de títulos a cual más pintoresco, diversos proyectos sobre el papel atractivos, pero insuficientes, cuando no mediocres: La curiosa (1972, Vicente Escrivá) —melodrama con su absoluto protagonismo—, La casa sin fronteras (1972, Pedro Olea) —hermético film, de opresiva atmósfera, que cosecha fracasos por doquier pese a estar preseleccionado para el Oscar a la película extranjera—, La tumba de la isla maldita (1972, Julio Salvador) —indigente, pero exótica, historia de vampiros donde Patty es la víctima designada para resucitar con su sangre a la no-muerta Teresa Gimpera—, El asesino está entre los trece (1973, Javier Aguirre) —torpe intriga criminal en la estela de "diez negritos", que adjunta un castizo all stars cast—, Un hombre llamado Noon (1973, Peter Collinson) —western con un sabroso papel de pistolera fría y cruel, enteramente vestida de negro, para la actriz—, La chica de Via Condotti (1973, Germán Lorente) —en la que Patty fenece estrangulada a los pocos minutos—... y varias insignificancias más.
Al menos, ese año de 1973 Patty recibe noticias de su país de origen: con fecha de 31 de enero el padre ha sido ascendido a general; pero en agosto es enviado como jefe a un grupo de asistencia militar ubicado en Corea, puesto en el que permanecerá hasta mayo del 75. La vida nómada no parece hecha, desde luego, para la más americana de las actrices españolas, pese a que cierta idea comienza a rondar por su cabeza: quizá, después de todo, no le venga mal viajar hasta los USA con su marido. Cambiar de aires. Si el cine español no le ofrece algo mejor.


SKYLINE IN NEW YORK
Manuel de Blas continúa alternando cine y teatro con frenesí, y en los últimos años encadena trabajos triplicando la actividad de su mujer, con quien comparte platós en variadas ocasiones. Mientras, Patty presta su mágico rostro al director italiano Antonio Margheriti para su disparatado y tardío eurowestern El kárate, el Colt y el impostor (1974), al que siguen pseudopolicíacos —El talón de Aquiles (1974, León Klimovsky)—, delirios sangrientos a cargo de jovencitas vengativas —Las violentas (1974, Fernando Miranda)—, comedias de "palo y tentetieso" en honor de Terence Hill y Bud Spencer —...Y si no, nos enfadamos (1974, Marcello Fondato)— y odiseas postapocalípticas con ínfulas psicologistas financiadas por Profilmes —El refugio del miedo (1974, José Ulloa)—. Suma entonces su participación en un episodio de la serie fantástico-terrorífica de TVE El quinto jinete, el titulado La renta espectral (1975), donde comparte protagonismo con Eusebio Poncela para levantar una adaptación del homónimo relato de Henry James. Manuel de Blas no anda lejos, pues interviene en otro capítulo, El fantasma de Madame Crowl (1975).
Tras la muerte del dictador a finales de 1975, España parece liberarse y en seguida brota la locura del destape. El cine pronto va a instaurar la famosa clasificación "S" para estigmatizar el soft-core y las revistas (Lib, Climax, Pen...) harán frente común para ofrecer cuanto más despendole mejor. Naturalmente, una publicación como Interviú pretende convencer a Patty para adornar con su sexy y sugestiva figura las páginas dedicadas al calentamiento erótico, sin llegar jamás a convencerla. El ambiente general, festivo pero desmadrado, tan sólo propicia para los profesionales del cine proyectos picantes. El cinematógrafo nacional se pone imposible y, en este contexto, tras actuar en la ambiciosa producción catalanista La ciudad quemada (1976, Antoni Ribas), precisamente en un papel de monja, Patty y su marido deciden llevar a cabo aquella previa y seductora idea y alejarse de todo, cambiar radicalmente de escenario: viajar a los Estados Unidos y afincarse en Nueva York.
En mayo de 1976 les recibe la hermana de Patty, Judith, en la ciudad de los rascacielos, acogiéndoles en un espacioso apartamento de su propiedad. Ocasión que aprovechan las dos mujeres para compartir y comentar noticias de la familia: el año anterior la anfitriona ha debutado en la televisión norteamericana y a ella se dedicará casi en exclusiva durante las próximas cuatro décadas, con gran éxito, premios y reconocimientos. Mas de momento es sólo una debutante que ayuda a su hermana, una consumada actriz que merced a la actual deriva de su trabajo intuye, quizá, el principio del fin de su carrera...


Se muda el matrimonio a las cercanías de Greenwich Village, muy cerca del Soho, donde artistas de todas las disciplinas viven casi en comunidad. Manuel busca, incansable, trabajo como actor en producciones off Broadway y en diversos cortometrajes para alumnos de la escuela de cine neoyorquina. Por fin, él y Patty deciden matricularse en la academia de interpretación del prestigioso Lee Strasberg, pero pese a la efervescencia creativa que en aquellos años 70 se vivía en los Estados Unidos, la ciudad de Nueva York comienza a resultarles inhóspita. Optan entonces por volver a Madrid y retomar allí sus carreras, tras casi dos años de aventura americana.
Pero algo está ocurriendo con Patty. Su estrella se desvanece. Apenas hay noticias de la actriz que fascinaba con sus ojos azules desde la pantalla, salvo por una aparición, previa a su viaje a los USA, en el episodio Aquí durmió Carlos III (1976, Antonio Drove) de la serie Curro Jiménez —el marido hace lo propio con el titulado La trampa (1977), que dirige Rafael Romero Marchent—. Bien es cierto que la actual preferencia por los rodajes con sonido directo atenúa la hasta entonces inveterada costumbre de doblar en postproducción a los actores, ralentizando el acceso a producciones nacionales de las intérpretes extranjeras en virtud de sus fuertes acentos foráneos (Didi Sherman, Nadiuska, Claudia Gravy, la propia Patty...); excepto, como es natural, con los proyectos filmados directamente en inglés. En los años 80, y en este sentido, a duras penas surge en un puñado de títulos poco destacados, inaugurando la década con un film tardíamente adscrito al "cine quinqui", Todos me llaman Gato (1980, Raúl Peña), donde ejerce labores secundarias y muestra sin rubor fisonomía y encantos bajo la inevitable ducha. Trabaja después con Juan Piquer Simón en una de sus sempiternas adaptaciones de clásicos literarios juveniles, Los diablos del mar (1981), y cinco años después reaparece en la coproducción hispano-suiza Banter (1986, Hervé Hachuel), thriller muy menor en el que desempeña un papel de reparto.



Desde hace tiempo el trabajo no llama a su puerta; se rumorean problemas de salud, algunos comentan que su fuerte temperamento se ha acentuado con el tiempo y que tal circunstancia propicia su alejamiento de la vida pública... No concede entrevistas y pocos parecen acordarse de ella. A muchos extraña hallarla en labores de dialogue coach para la comedia de Miguel Hermoso Marbella, un golpe de cinco estrellas (1985), sirviendo como intérprete bilingüe para el equipo de rodaje y los actores internacionales involucrados, Rod Taylor y Britt Ekland. No cuesta imaginar que el propio Manuel de Blas, actor asimismo en el film y que no cesa de trabajar en cine y teatro, ha podido interceder en la contratación de su mujer para tales menesteres —a los que volverá con El río de oro (1986), por la amistad que con su realizador, Jaime Chávarri, tenía desde los tiempos de Un, dos, tres... al escondite inglés, donde aquel interviene como coguionista, ayudante de dirección y actor—. Lejos quedan las manifestaciones de felicidad que a principios de 1973 expresaba Patty al preguntársele si sentía complejo alguno por la hiperactividad de su marido frente a su propia falta de propuestas profesionales: «No, ¿cómo iba a acomplejarme? Cuanto más trabaje, mejor. Estoy muy contenta de que pueda hacerlo. Y él, claro está, mucho más todavía» (10).


SILENCIO
La última actuación conjunta de Manuel de Blas y Patty Shepard se lleva a cabo, para regocijo de nostálgicos y cinéfilos, en Slugs, muerte viscosa (1987), de nuevo a las órdenes de Piquer Simón. Supone el decimotercer largometraje compartido por la pareja. Pero cuesta reconocer a Patty: se ha mitigado, hasta desaparecer, el extraño magnetismo de un inquietante y bellísimo rostro que fascinó durante los dos últimos decenios. Muy desmejorada ya, cumple con sendos papeles de colaboración en dos flojas películas producidas por José Frade, Descanse en piezas (1987) y Al filo del hacha (1987), ambas dirigidas por José Ramón Larraz. A partir de aquí, el resto es silencio. Nada se sabe de Patty Shepard. Quienes de tarde en tarde coinciden con ella comentan preocupados su deterioro físico.
Los años transcurren. En 1992 Manuel recibe el Premio Nacional de Teatro y cuatro años después, en junio del 96, es homenajeado en el II Festival Ibérico de Cine, en Badajoz, su ciudad natal, certamen al que asiste acompañado de Patty. Ella sonríe, pero sus ojos, antaño luminosos, muestran profunda tristeza, un gran vacío.
Judith, mientras tanto, triunfa en los Estados Unidos y a su carrera en la televisión y el cine añade trabajos teatrales, incluso como directora, sorprendiendo a propios y extraños con el éxito de un restaurante del que es copropietaria en Palm Springs, California. Por fin, en 2005, recibe el premio a toda una vida que otorga la Desert Theatre League, destacando su brillante carrera sobre las tablas. Pero para llegar hasta aquí la hermana pequeña de Patty se ha curtido en innumerables series de TV tan populares como Kojak, La isla de la fantasía, El increíble Hulk, Las desventuras del sheriff Lobo, Flamingo Road, Vacaciones en el mar, El coche fantástico, Remington Steele, Autopista hacia el cieloMacGyver, Se ha escrito un crimen, Medias de seda... convirtiéndose en una celebridad de la pequeña pantalla.
Patty, por el contrario, ha desaparecido completa y absolutamente de la vida pública. Muy pocos saben de ella y el resto la imagina recluida en soledad.

Su padre fallece el 22 de julio de 2009 en Palm Beach, acompañado por su mujer Patricia y su tercera hija, Harriet, y es enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington con los más altos honores militares. Judith, emocionada, dedica durante el sepelio unas sentidas (y castrenses) palabras al padre desaparecido: «Con orgullo, amor y admiración eterna hacia quienes han servido a la patria mientras sus hijos les apoyábamos, yo agrego ahora el nombre de mi padre al de todos los que se fueron antes, General Leland C. Shepard Jr. [...] Sé que mi padre será bien recibido por todos aquellos que sirvieron a este país y han sido parte de esa gran generación que luchó por nuestra libertad. Nosotros te lo agradecemos hoy. Dios te bendiga. Nunca te olvidaremos» (11).
Pasan los años. El nombre de Patty Shepard parece inscribirse con letras de oro entre los aficionados al cine fantástico patrio, quizá en idéntica proporción al inquebrantable mutismo de la ahora reivindicada actriz, a quien sobre todo se recuerda en su lúgubre encarnación de Wandesa Dárvula de Nadasdy para el film de León Klimovsky La noche de Walpurgis, papel que, para colmo, Patty aceptó sin ningún convencimiento (12). Pero conviene no engañarse: tal evocación no adquiere auténtico espesor más allá del círculo de aficionados al género, los fanzines y alguna publicación especializada en la temática. Se la etiqueta como "reina del grito", junto a nombres de dispar categoría: Helga Liné, Teresa Gimpera, Loreta Tovar, Lone Fleming, María Kosti, Dianik Zurakowska, Helen Harp... Sin duda, y con el tiempo, se genera un culto creciente en torno a la magnética presencia de Patty Shepard. Pero la respuesta es el silencio.


En la mañana del 9 de enero de 2013 una noticia salta a los portales de internet: seis días antes, el jueves 3 de enero, en Madrid, Patty se ha ido igual que ha vivido durante las últimas dos décadas. Casi en secreto. La noticia se extiende por Facebook, a través de blogs diversos, en las ediciones digitales de los diarios... Sin excesivo ruido, mediante asépticas notas de prensa y breves textos de condolencia. Desprevenidos, aquellos que la admiraron durante su eclosión en el cine español no dan crédito. Sólo contaba con 67 años. Un infarto. Y quien esto suscribe, incrédulo ante su pérdida real, familiarizado ya con su alarmante discreción, esa misma noche vuelve a disfrutarla en su mejor momento contemplándola en Un, dos, tres... al escondite inglés. Esa es la Patty que yo conocí: la de la sonrisa resplandeciente y la mirada seductora pero limpia de aquellos profundos ojos azules. Y allí estaba, en la pantalla, deslumbrante, vital, divertida, entre los fotogramas de la época que amaba, aquellos años 60 rendidos a sus pies, a su belleza, a su encanto, a su talento.
Alguien me ha comentado recientemente, "cuando la conocí era un ángel". Incluso ahora, en otra parte, puede que lo sea.

Notas
8.- Entrevista a Tonino Valerii incluida en el libro de Luca M. Palmerini y Gaetano Mistretta Spaghetti nightmares (M&P Edizioni, Roma, 1997), pág. 131.
9.- Declaraciones efectuadas por Raúl Artigot al autor de este artículo a finales de agosto de 2012 en Gijón, durante el certamen cinematográfico "Peor... ¡Imposible!".
10.- Reportaje en Nuevo Fotogramas, nº 1.276 (Barcelona, 30 de marzo de 1973).
11.- RHS Memorials (3 de septiembre de 2009).
12.- Afirmación que Paul Naschy, en sus memorias, refuerza: "La actriz Patty Shepard, que hacía de la maligna condesa no-viva, lesbiana y sanguinaria, lamentó haber aceptado el papel. [...] La verdad es que Patty lo bordó. Si en este país hubiera existido una industria seria, la Shepard se habría convertido en una nueva Barbara Steele". De Memorias de un hombre lobo (Alberto Santos Editor, Madrid, 1997), pág. 87.


FILMOGRAFÍA DE PATTY SHEPARD
1966: La ciudad no es para mí (Pedro Lazaga), Frontera al Sur (José Luis Merino), Lucky el intrépido (Jesús Franco). 1967: El dedo del destino (Richard Rush), Cita en Navarra (José Grañena), Tinto con amor (Francisco Montolio). 1968: Sharon vestida de rojo (Germán Lorente), Alicante (José Luis Borau, episodio de Conozca usted España, TV). 1969: Las panteras se comen a los ricos (Ramón Fernández), ¿Por qué te engaña tu marido? (Manuel Summers), Carola de día, Carola de noche (Jaime de Armiñán), Golpe de mano (José Antonio de la Loma), Un, dos, tres... al escondite inglés (Iván Zulueta). 1970: Las siete vidas del gato (Pedro Lazaga), Los monstruos del terror (Tulio Demicheli), Veinte pasos para la muerte (Manuel Esteba), Después de los nueve meses (Mariano Ozores), Escalofrío diabólico (George Martin), El techo de cristal (Eloy de la Iglesia), La noche de Walpurgis (León Klimovsky). 1971: A mí, las mujeres, ni fu ni fa (Mariano Ozores), El más fabuloso golpe del Far-West (José Antonio de la Loma), Primavera mortal (Miguel Iglesias, Stevan Petrovic), Las petroleras (Christian-Jaque). 1972: Timanfaya (José Antonio de la Loma), Sumario sangriento de la pequeña Stefania (Tonino Valerii), El monte de las brujas (Raúl Artigot), La casa sin fronteras (Pedro Olea), La curiosa (Vicente Escrivá), La tumba de la isla maldita (Julio Salvador). 1973: El asesino está entre los trece (Javier Aguirre), Un hombre llamado Noon (Peter Collinson), La chica de Via Condotti (Germán Lorente), Un casto varón español (Jaime de Armiñán), Ella (Tulio Demicheli). 1974: El kárate, el Colt y el impostor (Antonio Margheriti), El refugio del miedo (José Ulloa), El talón de Aquiles (León Klimovsky), Las violentas (Fernando Miranda), ...Y si no, nos enfadamos (Marcello Fondato). 1975: La renta espectral (José Antonio Páramo, episodio de El quinto jinete, TV). 1976: Aquí durmió Carlos III (Antonio Drove, episodio de Curro Jiménez, TV), La ciudad quemada (Antoni Ribas). 1980: Todos me llaman Gato (Raúl Peña). 1981: Los diablos del mar (Juan Piquer Simón). 1986: Banter (Hervé Hachuel). 1987: Descanse en piezas (José Ramón Larraz), Slugs, muerte viscosa (Juan Piquer Simón), Al filo del hacha (José Ramón Larraz).

19 comentarios:

  1. Maravillosa conclusión Javier. Este material es digno de publicarse en papel. Felicidades.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, David, por considerarlo así. Hace poco también me comentaban que artículos de este tipo se echaban de menos en las revistas especializadas actuales. No seré yo quien niegue tan generosa y amable opinión... Pero en cualquier caso, me enorgullece que se valore de esta manera. Mil gracias de nuevo, amigo.

      Eliminar
  2. Después de leer tus dos artículos,me fastidia un poco que la gran mayoría la recuerde solo por su Wandesa Dárvula de Nadasdy.¡Como si no hubiese hecho otros papeles!.
    Me gusta mucho las últimas dos frases de esta entrada.
    Alguien me ha comentado recientemente,"cuando la conocí era un ángel".Incluso ahora,en otra parte,puede que lo sea.
    Enhorabuena Javier,has escrito un texto destinado a ser objeto de consulta y relectura por aficionados y cinéfilos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Agradezco mucho, cómo no, tu comentario, Jesús. Tienes toda la razón respecto a su papel en “La noche de Walpurgis”, explicable por el aura mítica que atesora esta película. Encima, si hemos de creer lo que apunta Paul Naschy en sus memorias, Patty aceptó el papel a regañadientes. Acabo de añadir por cierto, en nota a pie de página, esas declaraciones de Naschy.
      Y no sabes cómo me alegra que te haya resultado emotivo el final del artículo. Aunque he mantenido un tono lo más objetivo posible durante todo el texto, justo en el último párrafo quise expresar ya mi implicación emocional hablando en primera persona.

      Eliminar
  3. Bueno, yo reitero mis felicitaciones porque es un trabajo de campo para rendir un homenaje, sin duda, merecido.

    He visto también por Internet que mucha gente la recuerda por "Y si no, nos enfadamos".

    Cuando dije lo de que se echa de menos este tipo de textos en las revistas de cine, no quería menospreciar (¡no soy nadie para hacerlo!) el trabajo de ningún profesional (¡qué va!), más bien pretendía (además de valorar tu esfuerzo) mostrar mi desencanto al encontrarme allí siempre lo mismo de los mismos. Ahora hemos perdido a Fernando Guillén también, y estos actores creo que se merecen más que una nota en un recuadro de una revista. Y no sólo cuando mueren. Pero, por otra parte, entiendo que el público actual demande otra cosa, aunque no puedo evitar entristecerme por eso.

    En fin, que es una maravilla que haya gente como tú que promueva estos textos, que además desprenden un especial cariño por ese cine y, en este caso, por Patty.

    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Javier. Entiendo y estoy de acuerdo con todo lo que dices de las revistas, los universitarios y demás. En fin, qué le vamos a hacer, es la ley de los tiempos.

      Un saludo,

      Belén

      Eliminar
  4. Muchas gracias de nuevo, Belane, por tu amable y positiva consideración de mi trabajo.
    Sí, es cierto lo que señalas de “…Y si no, nos enfadamos”; era la época en que todo lo que hacían Terence Hill y Bud Spencer constituía un éxito arrollador, a partir de su revelación en el díptico “Trinidad”; fenómeno que se repitió en España con sus ediciones VHS durante le edad dorada de los videoclubs, allá por los 80. Y Patty, con su inigualable belleza, impactó a todos aquellos fans de los dos italianos.
    Y en cuanto a tu comentario anterior, no te preocupes, entendí perfectamente que tu ánimo no era la crítica negativa sino constatar el hecho de que, en efecto, las preferencias de las actuales revistas especializadas van por otros derroteros, coincidentes con los gustos del público en general.
    Ahora bien, mi reflexión me lleva a afirmar que las publicaciones periódicas, por su misma naturaleza comercial, se pliegan a la actualidad más rabiosa mediante contenidos y estilo que agraden a los lectores/clientes. Sin embargo, ese vasallaje a la actualidad más coyuntural, por lo común no se equilibra con estudios o artículos que recuperen un tipo de cine o unos cineastas que, aunque hoy estén olvidados o mitigada su actividad, en su momento significaron mucho (quizá se salen de este esquema “Dirigido por” y la edición española de “Cahiers du Cinéma”).
    Mi hermano imparte en la universidad unos seminarios anuales sobre historia del cine. Y el 90% de los alumnos no sabe ni quién es Orson Welles, ni ha oído mencionar jamás el “Psicosis” de Hitchcock. Y hablamos de universitarios. Por lo tanto, simplificando mucho y aunque suene crudo, dentro de su lógica comercial las revistas alimentan este desconocimiento, que a su vez condiciona los contenidos de las publicaciones (supeditados también al triste panorama actual del 7ª Arte). Un círculo vicioso. Pero, como suele decirse, “quienes mandan son la actualidad y el cliente”.
    Por lo tanto, es lógico (pero triste) pensar que ninguna revista de cine española le va a dedicar más de unas pocas líneas a Patty, y eso con suerte. Fernando Guillén, en virtud de una carrera destacadísima y continuada que se ha prolongado hasta hoy, y merced a unas dotes actorales sobresalientes (además de liderar una saga familiar de actores) no es aventurado pensar que obtendrá una mayor presencia, al menos en la prensa diaria, que le dedicará la página de rigor.

    ResponderEliminar
  5. Felicidades por el texto Javier. Un brillante artículo que emana tristeza como otras historias alternativas del celuloide español.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias mil, Fernando, por tu opinión. Cuánta razón tienes respecto a esa historia alternativa del cine español, repleta de vidas ignoradas y carreras truncadas. De cuántos profesionales ya nadie se acuerda. No es un caso muy extremo, pero Jon Finch, al que haces referencia en tu magnífico blog "The Jamaa Fanaka Experience", era otro de esos interesantes actores que merecieron mejor suerte, aunque trabajó de manera regular hasta hace menos de una década y convocado por cineastas del calibre de Hitchcock, Polanski, Schlesinger… ¡Si hasta intervino en un episodio de “Curro Jiménez”, como Patty! Finch solía decir que con una película al año se conformaba, mientras tuviese suficiente dinero para llevar una vida plácida fuera del frenesí mediático.
      En cualquier caso, todos desearíamos que Patty hubiera obtenido continuidad en su carrera y, sobre todo, sosiego en su vida.

      Eliminar
  6. Hola Javier. Muy buena conclusión al artículo sobre Patty. Anécdotas y curiosidades que nos dan una idea de lo exhaustivo que eres recopilando datos. Sencillamente genial.
    Quizá en un tono más triste, por tener que explicar la lenta degradación como actriz y mucho peor su trágico desenlace, pero bueno, como bien comentas al final, siempre podemos volver al recuerdo disfrutando de sus mejores momentos gracias al legado filmográfico que nos dejó.
    Si algo tiene el cine, es que hace inmortal a sus protagonistas.
    Un saludo.
    Alberto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Agradezco mucho tu comentario, Alberto. Pienso que la etapa previa a la escritura del texto, es decir, la búsqueda de datos e información y su cotejo, es tan importante como la redacción en sí misma. Todos los ingredientes tienen su peso específico: los datos, la comprobación de su veracidad, el esquema previo, la escritura, su desarrollo narrativo, el tono que se le quiere imprimir, el ritmo… En fin. Es como una película: se ruedan las escenas y luego en montaje se pule buscando el efecto final. Confieso que esa búsqueda de equilibrio es la que me fuerza a entrar de vez en cuando en el texto y hacer algún pequeño retoque aquí y allá. Como el pintor eternamente insatisfecho con su cuadro, al que no acaba nunca de dar pinceladas.
      Es posible que esta segunda parte tenga un tono ligeramente más triste, por decirlo así, pero como bien señalas, se trataba de reflejar esa preocupante decadencia en la que Patty se sumió durante esa etapa de su carrera, donde la alegría dejaba de ser ya el motor de su vida.
      Gracias de nuevo por dejar aquí tu opinión, Alberto, y enhorabuena por tu estupendo blog, www.siemprefuisteunfreak.wordpress.com.

      Eliminar
    2. Gracias por el piropo Javier, pero soy un "beginner" en esto y me falta mucha soltura todavía...

      Ahora llego a comprender el por qué de ese amplio espacio de tiempo entre publicaciones de tu revista Quatermass. Normal que el resultado sea tan excepcional una vez terminado.

      Saludos.

      Alberto.


      Eliminar
    3. En fin, ya sabes que Quatermass tiene su propio ritmo, despacito y con sosiego. Y sí, algo se está cocinando ya en los hornos... A fuego lento, también es verdad. Pero espero que cuando llegue a la mesa suponga una agradable sorpresa para todos los aficionados al fantástico y los seguidores de Quatermass. De momento, "top secret".

      Eliminar
  7. Quien no recuerda a Patty Shepard? de aquella era la jovencita adolescente de la que nos enamorabamos todos los niños cuando salia en los anuncios de terry y creo que tambien del pile 43,un spot publicitario que marcaria los tiempos de discoteca de muchos de nosotros cuando dejamos de tomar "combinaciones vulgares" para mezclar pile 43 con coca-cola mas conocido por el cubata de los crios..........en fin,que tiempos ,que añoranzas y la guapisima Patty Shepard,que perdida tan tremenda........te recordaremos eternamente Patty.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué más puede añadirse. Patty es un icono de una época, la del Desarrollismo económico español, aquel periodo en el que "todo parecía ir bien", guateques, chicas guapas, la eclosión de Ibáñez Serrador, la aparición de los teléfonos públicos, el efecto ye-yé, la minifalda, María Luisa Seco y sus programas infantiles, El Dúo Dinámico, Eurovisión... Y Patty, naturalmente. Lástima que todo ocurriese bajo el yugo del dictador, porque uno, que entonces era un niño, sólo se daba cuenta de lo bueno. Que es lo que ahora recuerdo. Y entre todas estas imágenes flota la sonrisa radiante de Patty.

      Eliminar
  8. Enhorabuena Javier, me quito el sombrero ante el trabajo de investigación y el gusto escribiendo e ilustrando el artículo. Muchísimas gracias por tu esfuerzo.

    Un cordial saludo,

    Antón.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Antón, por dejar aquí tan amable mensaje. E igualmente enhorabuena por tu estupenda labor de investigación en torno a la figura del genial e inclasificable Iván Zulueta en la web "Alucine" (http://ivanzulueta.net).

      Eliminar