El inesperado fallecimiento de Patty Shepard hace escasos días, nos ha sorprendido y desolado a muchos amantes del cine. Más aún por el olvido en el que parecía haber caído, desde hacía dos décadas, una de las actrices más bellas y activas del cine español de los 60-70, tras interrumpirse, bruscamente, su carrera, con apenas 43 años. Tristeza, cierta perplejidad y una sana nostalgia me han acompañado durante la redacción de este texto apresurado, escrito al albur de su partida, mediante el cual, de alguna manera, indago en su vida y su trabajo; pero en el que asimismo afloran diversas inquietudes acerca del silencio que ha rodeado, impenetrable, los últimos decenios de la vida de Patty. En cualquier caso, la extensión del escrito me obliga a dividirlo en dos partes, la primera de las cuales es la presente entrada, y cuya segunda mitad publicaré en los próximos días. Tan sólo me resta apuntar que quienes la conocimos a través de referencias ajenas o de sus películas jugamos con la ventaja y el albedrío de evocar una imagen suya idealizada, grácil y fascinante, exenta de defectos y plena de añoranza y cariño. Al fin y al cabo, ahora ella forma parte, más que nunca, de la etérea e inaprensible magia del cine.
Descansa en paz, Patty.
PATTY SHEPARD. THE GIRL WITH DEEP BLUE EYES
Primera parte
Regresaba el B-25 a la base aérea tras un intenso bombardeo sobre suelo birmano. Entre los seis tripulantes del aparato, el teniente Shepard era uno de los más veteranos, cincuenta y ocho misiones nada menos. Las nubes de China, Birmania e India, como antes las del sur de Italia y el norte de África, conocían bien las 15 toneladas de aquel bombardero que durante siete meses de 1944 había atravesado cielos extranjeros. En tierra esperaba al piloto la orden de traslado: volvía a los Estados Unidos como instructor de vuelo. Diez meses después, el 2 de septiembre de 1945, finalizaba la Segunda Guerra Mundial.
Leland Casper Shepard Jr. se había alistado en la fuerza aérea tras el ataque japonés a Pearl Harbor, abandonando así la carrera de Derecho que cursaba en la Universidad de Florida para ingresar en la escuela de vuelo del ejército del aire. Nada le impedía, por tanto, retomar sus estudios tras su intenso periplo bélico de más de un año. La paz volvía al mundo, Shepard se doctoraba en Leyes y su mujer, Patricia, esperaba el primer hijo de ambos. Hija, mejor dicho.
El 1 de octubre de 1945, un mes después del primer aniversario del fin de la guerra, en Greenville, Carolina del Sur, venía al mundo Patricia Moran Shepard.
Contaba la niña cuatro años cuando su padre decidió regresar al servicio activo, incorporándose al cuerpo jurídico del ejército. El ya capitán Shepard y su familia, aprenderían a encajar con disciplina una constante en sus vidas: los interminables traslados, de una base militar a otra. Y es en el transcurso de uno de estos viajes, cuando el 15 de noviembre de 1951 hace acto de presencia Judith, la segunda hija del matrimonio. La felicidad dura poco: un año después el padre es destinado al Decimotercer Escuadrón de Bombarderos, pues los Estados Unidos intervienen en la guerra de Corea apoyando a la ONU y a Corea del Sur. En julio del 53 todo ha terminado y las tropas internacionales vuelven a sus respectivos países. Para el cabeza de familia, su mujer y sus dos hijas, el regreso supone iniciar nuevos éxodos, hacia Japón, Nebraska, Reino Unido... conforme Shepard adquiere notoriedad y asciende en el escalafón militar. Hasta que en 1965 es trasladado al Decimosexto de la Fuerza Aérea, en la base americana de Torrejón de Ardoz, en Madrid, como Jefe de la División de Control. Patty tiene diecinueve esplendorosos años.
Leland Casper Shepard Jr. se había alistado en la fuerza aérea tras el ataque japonés a Pearl Harbor, abandonando así la carrera de Derecho que cursaba en la Universidad de Florida para ingresar en la escuela de vuelo del ejército del aire. Nada le impedía, por tanto, retomar sus estudios tras su intenso periplo bélico de más de un año. La paz volvía al mundo, Shepard se doctoraba en Leyes y su mujer, Patricia, esperaba el primer hijo de ambos. Hija, mejor dicho.
El 1 de octubre de 1945, un mes después del primer aniversario del fin de la guerra, en Greenville, Carolina del Sur, venía al mundo Patricia Moran Shepard.
Contaba la niña cuatro años cuando su padre decidió regresar al servicio activo, incorporándose al cuerpo jurídico del ejército. El ya capitán Shepard y su familia, aprenderían a encajar con disciplina una constante en sus vidas: los interminables traslados, de una base militar a otra. Y es en el transcurso de uno de estos viajes, cuando el 15 de noviembre de 1951 hace acto de presencia Judith, la segunda hija del matrimonio. La felicidad dura poco: un año después el padre es destinado al Decimotercer Escuadrón de Bombarderos, pues los Estados Unidos intervienen en la guerra de Corea apoyando a la ONU y a Corea del Sur. En julio del 53 todo ha terminado y las tropas internacionales vuelven a sus respectivos países. Para el cabeza de familia, su mujer y sus dos hijas, el regreso supone iniciar nuevos éxodos, hacia Japón, Nebraska, Reino Unido... conforme Shepard adquiere notoriedad y asciende en el escalafón militar. Hasta que en 1965 es trasladado al Decimosexto de la Fuerza Aérea, en la base americana de Torrejón de Ardoz, en Madrid, como Jefe de la División de Control. Patty tiene diecinueve esplendorosos años.
SUBIR COMO LA ESPUMA
En España, Patty se matricula en la facultad de Filosofía y Letras. Pero su físico, esbelto, grácil, de rostro fascinante y mirada magnética, merced a unos rasgos totalmente alejados de la tipología mediterránea, pronto va a captar la atención de un fenómeno que entonces eclosionaba: la industria publicitaria para la emergente televisión comercial. Se buscan, pues, a toda costa, nuevos talentos, rostros frescos de inspiración cosmopolita, valores añadidos, en suma, que diversos cineastas y fotógrafos de renombre precisan agregar a sus spots: Carlos Saura, Leopoldo Pomés, José Luis Borau... Es este último quien dirige a Patty en un anuncio del famoso brandy Fundador, que la populariza en grado extremo y donde la muchacha despliega todo su juvenil encanto, botella en mano. En este punto, todo se precipita y comienzan los directores a incluirla en sus filmes, si bien al principio en papelitos minúsculos, de extra, como en su debut La ciudad no es para mí (1966, Pedro Lazaga), donde surge en un "visto y no visto" junto al veterano Paco Martínez Soria, el western Frontera Sur (1966, José Luis Merino) o la enloquecida Lucky el intrépido (1966), de Jesús Franco.
Una noticia, no por esperada menos inoportuna, amenaza con poner freno a esta naciente actividad frente a las cámaras. Ese junio de 1967 el alto mando estadounidense ordena al comandante Shepard regresar de inmediato a su país e incorporarse como jefe de vuelo en la Base de la Fuerza Aérea Randolph, en Texas. La familia decide entonces repatriarse... Pero nadie puede impedir que Patty, mayor de edad, tome su propia decisión: quedarse en España. La ilusión de un futuro prometedor en el cine que la ha acogido con entusiasmo, le sugiere rechazar cualquier otra opción y se despide de sus padres y hermana. Mas Judith no lo hace convencida, pues poco antes, siguiendo el ejemplo de Patty y con sólo 16 años, ha intervenido como actriz en un eurowestern rodado en suelo español por el italiano Franco Giraldi, Siete mujeres para los Mac Gregor (1967). Como aún es menor, la adolescente se resigna, obedece y vuelve a los USA.
Patty, cómoda en España, donde su origen norteamericano es un plus para el cine nacional, y libre ya de ataduras familiares, se abre a un horizonte que la sonríe con promesas de estrellato.
CITAS, CRUZADAS Y AMOR
«Aquel verano de 1966 hice mi primera película de protagonista. Una especie de documental con una historia simple de una turista americana y un chico navarro que se enamoraban. [...] La película se llamaba, no podía ser de otra manera, Cita en Navarra. [...] El director fue José Grañena [...] y la turista es la señora con la que estoy casado desde hace más de cuarenta años». Así refiere Manuel de Blas en sus memorias su primer encuentro con Patty Shepard, quien gozaba entonces de la efervescencia laboral que tanto ansiaba la encantadora actriz. De Blas apenas consignaba una decena de títulos en su currículum, por lo que ambos, jóvenes y atractivos, compartían entusiasmo y ambición por prosperar en la industria del cine.
En cualquier caso, la actriz, radiante, decide confiar su agenda a las manos expertas de un profesional que ejercerá como agente artístico, Enrique Herreros, bajo cuya guía interviene en buen número de largometrajes, casi nunca, también es cierto, destacados. La actividad de Patty se vuelve frenética y enlaza título tras título, en todo tipo de géneros, desde la comedia al terror, pasando por el thriller, el romance o el spaghetti western... Las panteras se comen a los ricos (1969, Ramón Fernández), ¿Por qué te engaña tu marido? (1969, Manuel Summers), Golpe de mano (1969, José Antonio de la Loma), Las siete vidas del gato (1970, Pedro Lazaga), Veinte pasos para la muerte (1970, Manuel Esteba)... La crítica no tiene misericordia con estos productos llanos y populares, pese a la refrescante presencia de la joven actriz, que en virtud de su fisonomía y fuerte acento yanqui suele encarnar personajes de origen foráneo, casi siempre doblados a un perfecto castellano. Constante que le acompañará durante toda su trayectoria frente a la claqueta. Sin embargo, los epítetos que los entendidos le dedican a sus películas no rozan, ni de lejos, lo amable, oscilando entre la socarronería y la indignación. Así el sardónico Jaime Picas, desde las páginas de la no menos influyente revista Fotogramas despacha Carola de día, Carola de noche (1969, Jaime de Armiñán) preguntándose «¿Pero cómo pueden cometerse tantas memeces en el cine español?» (3), para a continuación afirmar respecto a Después de los nueve meses (1970, Mariano Ozores) hallarse ante «un tosco sainete en el que los tópicos más rumiados nos son ofrecidos por enésima vez y no precisamente en bandeja de plata» (4).
«Aquel verano de 1966 hice mi primera película de protagonista. Una especie de documental con una historia simple de una turista americana y un chico navarro que se enamoraban. [...] La película se llamaba, no podía ser de otra manera, Cita en Navarra. [...] El director fue José Grañena [...] y la turista es la señora con la que estoy casado desde hace más de cuarenta años». Así refiere Manuel de Blas en sus memorias su primer encuentro con Patty Shepard, quien gozaba entonces de la efervescencia laboral que tanto ansiaba la encantadora actriz. De Blas apenas consignaba una decena de títulos en su currículum, por lo que ambos, jóvenes y atractivos, compartían entusiasmo y ambición por prosperar en la industria del cine.
«Patty tenía veinte años y yo veinticinco» —continúa el actor— «Siempre juntos. Lo pasábamos bien. Nos reíamos mucho y yo le enseñaba a mejorar el español. Una noche que estábamos rodando en una vieja ermita tenía que besarla y luego decir mi diálogo. Le di el beso y me quedé en blanco, sin saber muy bien dónde estaba. Pero como ambos teníamos nuestro ambiente y nuestras amistades, cuando terminó el rodaje nos fuimos cada uno por su lado. [...] Unos meses más tarde coincidimos de nuevo. Una película sobre la guerra civil española que se llamó Cruzada en la mar.[...] Esta vez, cuando acabó, nos fuimos cada uno por su lado, pero por poco tiempo. Nos llamamos. Salimos. Nos volvimos a besar y nos enamoramos. Nos fuimos a vivir juntos y poco después nos casamos» (1).
Raúl Artigot, pronto uno de los más activos directores de fotografía del cine español, y cuya carrera se iniciaba igualmente en aquellos años, había compartido también plató con ellos en los citados filmes de Grañena e Isidoro M. Ferry: «Conocí a Patty en una película que rodé en Navarra tiempo atrás, Cita en Navarra. [...] Yo había intervenido de modo indirecto en su carrera de actriz e incluso en la afectiva, ya que en Cruzada en la mar convencí al jefe de producción, Gustavo Quintana, para que ella y Manolo de Blas volvieran a trabajar juntos en la película. Lo que, en cierto modo, dio origen a su posterior matrimonio» (2). Pero los destinos de Artigot y Patty, que de nuevo habían coincidido con Manuel de Blas en Sharon vestida de rojo (1968, Germán Lorente) volverán a cruzarse tiempo después, como veremos. Y para compartir una desconcertante experiencia cinematográfica.
CINE DE CRISTAL
En pleno auge profesional, Patty es convocada para intervenir en un episodio de la serie documental Conozca usted España (1966-69). Producida por TVE, que entonces la emitía en la segunda cadena —popularmente conocida como UHF—, la serie cuenta con guionistas de relumbrón, como el escritor Antonio Gala, y una brillante nómina de realizadores: Claudio Guerín Hill, Pedro Olea, Francisco Regueiro, José Luis Borau... Por añadidura, cada capítulo es presentado por personajes famosos del calibre de la actriz Sonia Bruno, el torero El Cordobés, el cineasta Edgar Neville, la cantante María Dolores Pradera... o la propia Shepard (aunque su episodio, centrado en Alicante y el primero en color, nunca llegaría a emitirse). Todo lo cual certifica el momento dulce que vive la artista, coronado por su boda con Manuel de Blas en 1967 y el nacimiento del hijo de ambos, David, en 1969.
En pleno auge profesional, Patty es convocada para intervenir en un episodio de la serie documental Conozca usted España (1966-69). Producida por TVE, que entonces la emitía en la segunda cadena —popularmente conocida como UHF—, la serie cuenta con guionistas de relumbrón, como el escritor Antonio Gala, y una brillante nómina de realizadores: Claudio Guerín Hill, Pedro Olea, Francisco Regueiro, José Luis Borau... Por añadidura, cada capítulo es presentado por personajes famosos del calibre de la actriz Sonia Bruno, el torero El Cordobés, el cineasta Edgar Neville, la cantante María Dolores Pradera... o la propia Shepard (aunque su episodio, centrado en Alicante y el primero en color, nunca llegaría a emitirse). Todo lo cual certifica el momento dulce que vive la artista, coronado por su boda con Manuel de Blas en 1967 y el nacimiento del hijo de ambos, David, en 1969.
Entre la barahúnda de títulos que, siempre en los márgenes del cine de consumo, factura la actriz sin pausa, sobresale un film extraño, obra del donostiarra Iván Zulueta, que reproduce el tono iconoclasta de su programa de TVE Último grito (1968-70) y las locuras pop que el británico Richard Lester había efectuado para los Beatles con Qué noche la de aquel día (1963) y Help (1964). El resultado, Un, dos, tres... al escondite inglés (1969), es un film particularísimo, psicodélico, que a la par juega al nonsense y al espectáculo músico-visual, en un desarrollo tan lúdico como deliciosamente absurdo. Pero la película, una sátira de la moderna televisión de consumo y todo su universo adyacente, en la que Patty encarna, con no poca sorna, a una incipiente actriz proveniente de la publicidad, sufrió múltiples problemas legales y administrativos, hasta el punto de que su productor, José Luis Borau, se vio forzado a firmar el largometraje, aunque la dirección correspondiese por entero al inclasificable Zulueta.
Esta rupturista apuesta por la calidad no va a obtener, por desgracia, continuidad en la carrera de Patty, que vuelve a sumergirse en el más puro y duro cine popular. Llegan así sus primeros escarceos dentro del fantástico patrio, a rebufo de la eclosión que éste experimenta en la década entrante: Los monstruos del terror (1970, Tulio Demicheli), Escalofrío diabólico (1970, George Martin) y, sobre todo, su vampira de La noche de Walpurgis (1970, León Klimovsky), van a convertirla, quizá en contra de su voluntad, en icono del género. A estos puede añadirse un estimable thriller firmado por otro director vasco, Eloy de la Iglesia, El techo de cristal (1970), donde Patty sorprende en un ambiguo papel de vecina inquietante, y que alcanza repercusión en taquilla merced a su trama morbosa —pero, también, gracias al inesperado cambio de registro de su protagonista, Carmen Sevilla—. No obstante, Patty no se siente satisfecha. El grueso de su filmografía carece de la menor trascendencia y los desencuentros con Enrique Herreros se acentúan, hasta el punto de romper su relación laboral: «Quique y yo no veíamos las cosas iguales. Nuestros puntos de vista eran distintos en lo profesional. Por eso fue mejor que rompiéramos. Ahora no tengo representantes. Yo solita firmo mis contratos y estoy contentísima» (5), declaraba la bella actriz a mediados de 1971.
En efecto, tras A mí, las mujeres, ni fu ni fa (1971, Mariano Ozores), coyuntural comedieta al servicio del cantante Peret, comienzan a surgir películas más ambiciosas, en cuanto a producción, y mejores, respecto a su calidad global. En conjunto parece existir un esfuerzo por encauzar la carrera hacia horizontes de relevancia, algo que Patty desea para afianzarse en papeles de mayor variedad, quizá intentando así superar las evidentes limitaciones de un registro dramático que enmascara bajo su fascinante presencia física y esos profundos, intensos, ojos azul celeste.
Esta rupturista apuesta por la calidad no va a obtener, por desgracia, continuidad en la carrera de Patty, que vuelve a sumergirse en el más puro y duro cine popular. Llegan así sus primeros escarceos dentro del fantástico patrio, a rebufo de la eclosión que éste experimenta en la década entrante: Los monstruos del terror (1970, Tulio Demicheli), Escalofrío diabólico (1970, George Martin) y, sobre todo, su vampira de La noche de Walpurgis (1970, León Klimovsky), van a convertirla, quizá en contra de su voluntad, en icono del género. A estos puede añadirse un estimable thriller firmado por otro director vasco, Eloy de la Iglesia, El techo de cristal (1970), donde Patty sorprende en un ambiguo papel de vecina inquietante, y que alcanza repercusión en taquilla merced a su trama morbosa —pero, también, gracias al inesperado cambio de registro de su protagonista, Carmen Sevilla—. No obstante, Patty no se siente satisfecha. El grueso de su filmografía carece de la menor trascendencia y los desencuentros con Enrique Herreros se acentúan, hasta el punto de romper su relación laboral: «Quique y yo no veíamos las cosas iguales. Nuestros puntos de vista eran distintos en lo profesional. Por eso fue mejor que rompiéramos. Ahora no tengo representantes. Yo solita firmo mis contratos y estoy contentísima» (5), declaraba la bella actriz a mediados de 1971.
En efecto, tras A mí, las mujeres, ni fu ni fa (1971, Mariano Ozores), coyuntural comedieta al servicio del cantante Peret, comienzan a surgir películas más ambiciosas, en cuanto a producción, y mejores, respecto a su calidad global. En conjunto parece existir un esfuerzo por encauzar la carrera hacia horizontes de relevancia, algo que Patty desea para afianzarse en papeles de mayor variedad, quizá intentando así superar las evidentes limitaciones de un registro dramático que enmascara bajo su fascinante presencia física y esos profundos, intensos, ojos azul celeste.
SOY ROMÁNTICA
Esta etapa de superación personal y reafirmación del ego artístico la inaugura con la citada A mí, las mujeres, ni fu ni fa y tres coproducciones multipartitas: un drama romántico, Primavera mortal (1971, Miguel Iglesias y Stevan Petrovic), y dos eurowesterns, El más fabuloso golpe del Far-West (1971, José Antonio de la Loma) y Las petroleras (1971, Christian-Jaque). No duda entonces en evaluar con talante positivo sus últimos logros profesionales, aún pendientes de estreno: «Estoy muy satisfecha de mis interpretaciones. En El más fabuloso golpe del Far-West hice un papel muy divertido. De comedia, casi. Era una chica mejicana y aparecía por primera vez con la tez cetrina. A mí, las mujeres, ni fu ni fa también me gustó interpretarla porque hacía tiempo que deseaba actuar en una comedia española de este tipo. Y en cuanto a Primavera mortal, estoy muy contenta porque, aparte de contar con la suerte de un guión de Lajos Zilahy, la película está en esa línea romántica que impera ahora» (6).
Esta etapa de superación personal y reafirmación del ego artístico la inaugura con la citada A mí, las mujeres, ni fu ni fa y tres coproducciones multipartitas: un drama romántico, Primavera mortal (1971, Miguel Iglesias y Stevan Petrovic), y dos eurowesterns, El más fabuloso golpe del Far-West (1971, José Antonio de la Loma) y Las petroleras (1971, Christian-Jaque). No duda entonces en evaluar con talante positivo sus últimos logros profesionales, aún pendientes de estreno: «Estoy muy satisfecha de mis interpretaciones. En El más fabuloso golpe del Far-West hice un papel muy divertido. De comedia, casi. Era una chica mejicana y aparecía por primera vez con la tez cetrina. A mí, las mujeres, ni fu ni fa también me gustó interpretarla porque hacía tiempo que deseaba actuar en una comedia española de este tipo. Y en cuanto a Primavera mortal, estoy muy contenta porque, aparte de contar con la suerte de un guión de Lajos Zilahy, la película está en esa línea romántica que impera ahora» (6).
Tan risueñas consideraciones ocultan la fatigosa serie de incidentes que han sacudido la producción de al menos dos de estos largometrajes. Primavera mortal supuso un calvario para el equipo de rodaje, precisamente por las constantes injerencias del autor de la novela adaptada y guionista, el admirado, pero exigente y excéntrico, Lajos Zilahy. El escritor húngaro financia la película por entero de su bolsillo, moviéndose desde Yugoslavia, donde a cargo del director Stevan Petrovic se ha rodado la mitad del metraje, hasta Barcelona, en cuyo plató espera Miguel Iglesias Bonns para completar el proceso. Patty es contratada para encarnar a la bella catalana que enamora al protagonista, el actor Bruce Pecheur, pero pronto constataría el equipo que el novelista, obsesivo hasta el desequilibrio mental, iba a convertir el rodaje en un constante tira y afloja. Zilahy se entromete en cada escena propiciando situaciones incómodas, como la del beso entre ambos protagonistas: «Él se colocaba detrás de ella y bajaba un poco la cabeza para que encajasen las dos bocas. Zilahy quería cortarla. No sólo la consideraba inmoral sino pornográfica y me hizo llegar una nota [...] en que se quejaba de que aquel beso era un símbolo de la combinación erótica conocida como 69» (7), detalla Iglesias. Para colmo, trabas de todo tipo, económicas, burocráticas, incluso políticas —en la época España y Yugoslavia carecían de relaciones diplomáticas—, van a impedir el estreno del film condenándolo al olvido. Patty tendrá que esperar casi diez años para asistir, por fin, al fugaz pase en salas españolas de su película, cuya situación administrativa no se desbloquea hasta agosto de 1980...
En cuanto a Las petroleras, una comedia en formato western erigida a la mayor gloria de Brigitte Bardot y Claudia Cardinale, sufre asimismo diversos infortunios, empezando por la deserción del mítico actor Karl Malden. Las dos divas, ya avanzado el rodaje, presionan para expulsar al director, Guy Casaril, quien al parecer desprecia su exigencia de más primeros planos. El realizador, oficialmente "por motivos de salud", abandona el plató y retoma las riendas Christian-Jaque. Patty disfruta con su personaje de india mestiza, una de las cuatro hermanas de la Bardot (el resto son Emma Cohen, Teresa Gimpera y France Dougnac) enfrentadas por un terreno rebosante de petróleo al clan liderado por la Cardinale y sus cuatro hermanos. Pero la película sólo será recordada merced a una demencial secuencia, aquella en la que B.B. y C.C. dirimen sus diferencias propinándose una monumental paliza.
En cuanto a Las petroleras, una comedia en formato western erigida a la mayor gloria de Brigitte Bardot y Claudia Cardinale, sufre asimismo diversos infortunios, empezando por la deserción del mítico actor Karl Malden. Las dos divas, ya avanzado el rodaje, presionan para expulsar al director, Guy Casaril, quien al parecer desprecia su exigencia de más primeros planos. El realizador, oficialmente "por motivos de salud", abandona el plató y retoma las riendas Christian-Jaque. Patty disfruta con su personaje de india mestiza, una de las cuatro hermanas de la Bardot (el resto son Emma Cohen, Teresa Gimpera y France Dougnac) enfrentadas por un terreno rebosante de petróleo al clan liderado por la Cardinale y sus cuatro hermanos. Pero la película sólo será recordada merced a una demencial secuencia, aquella en la que B.B. y C.C. dirimen sus diferencias propinándose una monumental paliza.
Notas
1.- Manuel de Blas: ¡Qué maravilla! ¡Qué espanto! (T&B Editores, Madrid, 2008), págs. 38-39.
2.- Declaraciones de las que me hizo partícipe el propio Artigot en el transcurso del certamen "Peor... ¡Imposible!" de Gijón, a finales del mes de agosto de 2012.
3.- Jaime Picas: crítica en Nuevo Fotogramas, nº 1.086 (Barcelona, 8 de agosto de 1969), pág. 15.
4.- Jaime Picas: crítica en Nuevo Fotogramas, nº 1.168 (Barcelona, 5 de marzo de 1971), pág. 39.
5.- "Patty Shepard y el romanticismo", reportaje en Nuevo Fotogramas, nº 1.183 (Barcelona, 18 de junio de 1971), pág. 43.
6.- Op. cit. nº 5.
7.- Declaraciones extraídas del libro de Ángel Comas Miguel Iglesias Bonns: cult movies y cine de género (Ediciones Cossetània, Valls, 2003), pág. 103.
3.- Jaime Picas: crítica en Nuevo Fotogramas, nº 1.086 (Barcelona, 8 de agosto de 1969), pág. 15.
4.- Jaime Picas: crítica en Nuevo Fotogramas, nº 1.168 (Barcelona, 5 de marzo de 1971), pág. 39.
5.- "Patty Shepard y el romanticismo", reportaje en Nuevo Fotogramas, nº 1.183 (Barcelona, 18 de junio de 1971), pág. 43.
6.- Op. cit. nº 5.
7.- Declaraciones extraídas del libro de Ángel Comas Miguel Iglesias Bonns: cult movies y cine de género (Ediciones Cossetània, Valls, 2003), pág. 103.
CONCLUYE EN LA PRÓXIMA ENTREGA
Magnífico y completísimo artículo Javier. Estoy deseando leer la segunda parte.
ResponderEliminarGracias, Mr. Robinson, por tu valoración tan positiva. La segunda parte la subiré en unos pocos días, dando ocasión así a que otros visitantes vayan leyendo con calma esta primera entrega.
EliminarUn artículo totalmente necesario y repleto de interesantes datos. Gracias Javier.
ResponderEliminarGracias a tí, desde luego. E igualmente por tu magnífica labor en pro del fantástico desde tu estupenda web.
EliminarGran reseña biográfica. Desconocía por completo sus participaciones fuera de lo que es el fantástico y mucho menos su vida personal. Muy interesante, espero la continuación...Saludos.
ResponderEliminarGracias amigo por tu opinión. Tienes razón al señalar qué poco se conocía de Patty Shepard fuera de sus títulos fantaterroríficos y mucho menos de su vida personal. Con el texto, y dentro de mis conocimientos y posibilidades, intento iluminar un poco el camino.
EliminarEcho de menos este tipo de artículos en las revistas de cine actuales.
ResponderEliminarUna pena su pérdida.
Saludos
Es cierto, Belane, que en ocasiones no se cuidan como se debería los artículos de las revistas. También es verdad que muchas veces se escriben a toda prisa y bajo presión para cumplir la periodicidad mensual. Y esto, claro, no es bueno para el resultado final del texto. No obstante, con el tiempo y la experiencia lo normal es mejorar y adquirir oficio y rapidez. Aunque haya casos de profesionales absolutamente negados, da igual su edad y condición.
EliminarEn cualquier caso, Belane, muchas gracias por tu valoración y comparto tu sentimiento hacia Patty.
Es una pena que el triste fallecimiento de Patty allá sido el detonante de que ahora todo el mundo especule sobre su "vida oculta"...su retirada "forzosa" como he llegado a leer. Yo solo puedo recordarla como toda una dama cuya presencia en pantalla reclamaba mi mas premiada atención. No tengo mas que palabras de admiración hacia tu expendido trabajo, Javier. Sinceramente Necesario. La espera se hace larga para leer la segunda parte. Abrazos!
ResponderEliminarMuchas gracias, David, por tus apreciaciones. Tienes toda la razón al mencionar ese repentino interés malsano que algunos muestran ahora hacia Patty. No obstante puedo llegar a comprenderlo: la curiosidad más o menos enfermiza forma parte de la naturaleza humana; pero reducir el carisma indudable de su presencia cinematográfica a cuestiones meramente morbosas es hacerle poca justicia a una actriz fascinante como pocas en nuestro cine, un icono, incluso, del cine español de los 60-70. También es cierto que el perfil humano de un personaje público, por muy oscuro o misterioso que sea, forma parte de la trayectoria vital del mismo. Pero la pregunta es: ¿merece la pena conocer esos secretos? A veces, por una mera cuestión de humanidad y respeto, no.
EliminarSoberbio trabajo, oiga. Monumental.
ResponderEliminarPatty Shepard tenía un aquello de Barbara Steele y un extra de melancolía que siempre me han resultado magnéticos.
Muchas gracias, caballero. No andas descaminado al sugerir esa analogía entre ambas; muy sutil, en efecto, pero que de improviso surge y dependiendo del instante evoca, en la ajustada proporción, el seductor hechizo de una Barbara Steele.
EliminarMe sumo a las alabanzas de los lectores de tu blog por este estupendo texto.Aportas gran cantidad de datos que desconocía,y no exagero cuando digo que esta artículo es el más elaborado de cuantos he leído estos días en internet a raíz del fallecimiento de Patty Shepard.
ResponderEliminarEsperamos la segunda parte.
Te agradezco, Jesús, tus comentarios. La segunda parte la subiré entre hoy y el lunes, en cuanto tenga un momento. He preferido dejar una semana entre texto y texto para no saturar al personal y permitir así que la primera mitad se lea con sosiego. En cualquier caso, Jesús, gracias de nuevo y me alegro de que te guste este trabajo sobre nuestra entrañable y misteriosa Patty.
EliminarInolvidable actriz,un fisico como elsuyo en la España cateta y dictatorial delos sesenta tenia que ser un autentico aldabonazo,lastima que el malisimo cine español-en general-no supiese darle oportunidades de lucimiento a Patty,aun asi ,los que la vimos en el cine o en los anuncios de aquella entrañable tele en blanco y negro no laolvidamos
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