Revolviendo entre los miles de cachivaches que se
acumulan en mi trastero, me encuentro con diversos álbumes de cromos fechados
en las décadas de los 60 y 70, también alguno de los 80. En mejor o peor estado
de conservación surgen del fondo de diversas cajas los álbumes de La pantera rosa, Bambi, Heidi, Las aventuras de Pinocho (la serie dirigida
por Luigi Comencini), Mazinger Z, La guerra de las galaxias, Galáctica, Supermán, los míticos Kalkitos…
y un montón más. Por desgracia, uno que me encantaba de verdad, Carnaval de monstruos, y cuya colección
mi hermano y yo habíamos conseguido completar, se volatilizó en algún momento y
durante décadas lo dimos por perdido; hasta no hace mucho: buscando entre
coleccionistas y vendedores de segunda mano, he conseguido reunir de nuevo
todos los cromos y el álbum en perfecto estado (le dedicaré una entrada
próximamente a esta alucinante colección).
No obstante, hoy quiero hablar de otra maravilla
especialmente entrañable y que marcó mi infancia: HIPPY MONSTERS. Lo editaba
nada menos que Gallina Blanca, esta veterana marca de alimentación fundada en
Barcelona en 1937 (al principio con el nombre “Gallina de Oro”). A mediados de
los años 60 comenzó a sacar golosinas, sobre todo chicles, con cromos que
podían coleccionarse en los álbumes correspondientes, cuyos asuntos iban de las
artes marciales (aprovechando el boom de ese tipo de cine que, en los 70,
colonizaba nuestras pantallas) al omnipresente fútbol, pasando por personajes
de los cómics Bruguera, animales, caricaturas de actores, temas históricos,
tecnología, etc., así como figuritas de plástico de toda índole.
Pues bien, en 1974 Gallina Blanca puso en los
quioscos esta divertida colección de 84 cromos autoadhesivos, incluidos en el
sobrecito de los chicles Dunkin. Mi hermano y yo enseguida nos enganchamos a
estos preciosos dibujos de aire pop donde se caricaturizaban los monstruos
clásicos: Frankenstein, Drácula, el hombre lobo, la momia, el Dr. Jekyll…
Además, si te salía el “cromo premio” podías canjearlo en la tienda por una
chapa o una camiseta, ambas reproduciendo alguna de las figuras de los cromos.
La autoría de los ingeniosos diseños continúa siendo un misterio, pero sin duda
el ilustrador se merece un aplauso.
Hoy quiero compartir con vosotros estos recuerdos de
infancia y adolescencia. Así que aquí os dejo el álbum completo, que, debido al
componente sentimental, imagino disfrutaréis más los de mi generación.
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