EL ILUSIONISTA (2010)
LA OTRA HIJA DEL MAGO
La labor del crítico de cine consiste en orientar al espectador y formarle mediante los conocimientos que aquel atesora tras años de estudio y experiencia. Para lo cual, una parte importante de la opinión del profesional reside en contextualizar el objeto de análisis. En el caso de El ilusionista este cometido resulta especialmente controvertido, pues destapa uno de los secretos familiares mejor guardados por el cineasta galo Jacques Tati (1907-1982), autor del guión original en el que se basa este film dirigido por su compatriota Sylvain Chomet años después de haber sido escrito.
En 1959 Tati gana el Oscar a la mejor película extranjera con Mi tío (Mon oncle, 1958), una de las diversas obras maestras que jalonarán su breve filmografía como director. Se halla, pues, en la cumbre de su atípica carrera, reconocido y laureado a nivel mundial merced al extraño humor que destilan sus películas, vehículos mediante los cuales observa perplejo el devenir ridículo de una sociedad absurda. En esos años, sin embargo, el antiguo negocio del show business, con el music hall a la cabeza (entorno artístico del que procedía el propio Tati) cede ante el impulso de la nueva cultura de masas: irrumpe el rock and roll, cambiando la visión del entretenimiento, y todo lo anterior queda relegado al olvido. Es decir, el concepto previo del espectáculo, ejercido sobre las tablas durante décadas, en cafés y teatros, comienza a desaparecer bajo el influjo de la modernidad. Tati, entristecido por esta circunstancia, escribe un guión donde refleja su nostalgia de los "buenos tiempos", aquellas épocas en las que los artistas fascinaban a niños y mayores con su espectáculo de variedades. Libreto que, por diversas razones, no se lleva a la pantalla.
Mas Tati esconde un secreto: muchos años atrás, en la Francia ocupada de la II Guerra Mundial, ha tenido un romance con su partenaire artística, Herta Schiel, con quien comparte escenario en el Lido de París. El fruto de esta relación es una hija, para cuya paternidad el entonces joven actor no se siente preparado. Insta así a firmar a la madre un documento que le libere de toda responsabilidad sobre el retoño, ofreciéndole a cambio a la mujer una suma de dinero. El contrato se consuma. Pero la noticia trasciende el ámbito de lo privado y, ante la repulsa de sus compañeros de gira, Tati decide huir ocultándose en Berlín durante algún tiempo. A su regreso a Francia el fugitivo rehúye las capitales y ejerce su arte en provincias, hasta que todo se olvide.
Pero su hija, Helga Marie-Jeanne Schiel, cuya madre muere, vive un calvario que la lleva hasta un orfanato en el norte del continente africano. Durante años intenta contactar con su padre, sin éxito. Tati, mientras tanto, alcanza la fama y resulta inaccesible. Al poco de abandonar a Herta se ha casado con Micheline Winter y tiene ya dos hijos, Sophie y Pierre, su familia oficial.
Pues bien, aquel guión que nunca llegó a ver la luz fue entregado por la hija legítima del cineasta a Sylvain Chomet, cuando éste la visitó con idea de solicitar su permiso para incluir una secuencia de Día de fiesta (Jour de fête, 1949), primera película de su padre, en su opera prima, el film de animación Bienvenidos a Belleville (Les triplettes de Belleville, 2003). A raíz de este contacto, ambos, Chomet y Sophie Tatischeff (apellido real de Tati), fabularon con la posibilidad de convertir en imágenes aquel libreto de 30 páginas repleto de descripciones y sin apenas diálogos, que narraba la especial relación de afecto surgida entre un antiguo mago de vaudeville y la humilde muchacha que le acompañará en sus últimas actuaciones. «Sophie no quería que fuera una película con actores, porque no le gustaba la idea de un actor de carne y hueso "pasando" por Tati. En cambio, hacerla en animación le pareció perfecto» (1), comentaría Chomet. No obstante, la amable hija del genial cineasta fallecería cuatro meses después. Y siete años más tarde El ilusionista vería la luz. Sophie siempre pensó que aquella adolescente triste e ingenua protagonista del guión paterno era un reflejo de ella misma y la forma en que su padre quiso pedirle perdón por desatenderla durante sus interminables rodajes. Sin embargo, ¿no es más hermoso imaginar que la jovencita protagonista fuese la hija abandonada, y que el texto surgiese del remordimiento y la pena que el cómico hubiera podido sufrir durante décadas? Según los hijos de la desaparecida y nunca reconocida Helga así sería, y en enero de 2011, poco después del estreno de la película, se manifestaron en este sentido molestos al comprobar que el film se hubiera dedicado a la memoria de su "tía" Sophie Tatischeff...
Como indicaba al principio, contextualizar es, en este caso, importante, pues El ilusionista cobra un nuevo significado a la luz de tan amarga historia. ¿Quién es realmente la muchacha huérfana que trabaja en la humilde pensión donde se aloja el mago en horas bajas, y a quien este termina tratando como a una hija, escapando ambos para vivir los rigores del invierno del music hall?
El ilusionista es mucho más que un sombrío melodrama con tiernas dosis de humor puesto en imágenes mediante técnicas clásicas de animación, pues Chomet ha adecuado su película (a partir de un grafismo delicado, cálido, evocador, conscientemente alejado del marchamo tecnológico a lo Pixar) al estilo particular del cine de Tati, surgiendo de este modo un intenso homenaje al cineasta, tanto en el contenido como en la forma: «Me puse a revisar su obra, película por película, con idea de analizar su estilo en detalle [...]. El estilo de Tati es inconfundible y bien conocido. Cámara fija y a distancia, grandes encuadres, la lente colocada a una altura menor a dos metros, de tal manera que los pies de los actores suelen aparecer en cuadro. Es un estilo que por sus características remite tanto al teatro como a la pintura» (2). Y sin obviar algo que resulta fundamental en la obra de Tati, la utilización de sonido y diálogos fundiéndolos en un todo diegético donde la gestualidad sustituye a la palabra: «Aquí la incomunicación es bien concreta, ya que el mago y la niña hablan idiomas distintos. Encima, ella ni siquiera habla inglés, sino gaélico. Así que el diccionario de bolsillo con el que el mago anda de aquí para allá no le sirve de mucho. Dada esta complicación de lenguaje, encaré la película como si se tratara de un musical» (3).
Todo ese derroche de sensibilidad (que no sensiblería, de la que huye, como el propio cine de Tati), ¿hallará en los encallecidos públicos de hoy en día su destinatario adecuado? En cualquier caso, conocer la obra del inmenso Jacques Tati, ahora que está disponible en formato DVD, se antoja vital para comprender muchas de las claves de esta película.
Todo ese derroche de sensibilidad (que no sensiblería, de la que huye, como el propio cine de Tati), ¿hallará en los encallecidos públicos de hoy en día su destinatario adecuado? En cualquier caso, conocer la obra del inmenso Jacques Tati, ahora que está disponible en formato DVD, se antoja vital para comprender muchas de las claves de esta película.
Y háganme un favor: repasen el magnífico estudio que Ángel García Romero le dedicó al cineasta en el nº 13 de la estupenda publicación Revista de Cine (UNED, Soria, 2006).
Notas
1.- Michel Brocca: entrevista a Sylvain Chomet en www.pagina21.com (23-12-2010).
2.- Op. cit. nº 1.
2.- Op. cit. nº 1.
3.- Op. cit. nº 1.
EL ILUSIONISTA (L'illusionniste, 2010)
Francia / Reino Unido. 80 minutos
D: Sylvain Chomet. P: Sally Chomet y Bob Last para Django Films, Ciné B y France 3 Cinema. G: Sylvain Chomet, adaptado del guión original de Jacques Tati. M: Sylvain Chomet. Mo: Sylvain Chomet. Dis. prod.: Bjarne Hansen.
CAST (voces): Jean-Claude Donda (Tatischeff, el ilusionista), Eilidh Rankin (Alice), Duncan MacNeil, Raymond Mearns, James T. Muir, Tom Urie, Paul Bandey.
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