Desde hace ya algunos años, la esfera del Cómic
refleja en nuestro país un empeño por dignificar el noble arte de las viñetas,
mediante la edición lujosa, en formato libro, a poder ser con tapa dura, de los
muy diversos trabajos que pueblan un mercado creciente: el del Noveno Arte. Las
expresiones “comic book” o “novela gráfica” han sustituido a las más castizas
“tebeo” o “historieta”, y editoriales especializadas lanzan productos de impecable nivel artístico que
no desentonarían al lado de los grandes clásicos literarios. Naturalmente,
España se acoge tarde a este fenómeno, cuando en el resto de Europa (con
Francia a la cabeza), y en los EE.UU., el consumo masivo de cómics ha
propiciado ya esa corriente de calidad transformando el mundo del tebeo en una
industria que va más allá de la cultura popular y de masas: tener en las manos
un cómic ya supone disfrutar de un volumen pensado para un tipo de consumidor
con unas mínimas inquietudes artístico-intelectuales. Las editoriales españolas
cuidan sus productos hasta en el más mínimo detalle; tan solo hay que acercarse
a la producción de Astiberri, La Cúpula, Dibbuks, Norma, Dolmen…, y tantas otras, para
percatarnos de cuán lejos quedan ya las populares (baratas, técnicamente mucho
menos cuidadas) ediciones de Bruguera, un puntal, indiscutible, de
la historieta en España.
Pero quienes tenemos ya cierta edad recordamos,
con algo más que cariño, la escuela de las revistas juveniles de cómics surgida
durante los años 70 del pasado siglo. Una modalidad que hoy la industria parece
no contemplar, enfrascada como está en la edición de esos libros suntuosos
cuyas páginas albergan obras tebeísticas repletas de pretensiones de todo tipo,
por lo común destinadas a un público adulto, con cierta formación cultural y
prurito social. ¿Dónde queda el espíritu de aquellas publicaciones para niños,
para adolescentes, donde lejos de tratarles como pequeños ingenuos, ya se les
presentaban historias vivaces,
dinámicas, chispeantes, adecuadas para desarrollar la imaginación y el
intelecto, con amenidad e incuestionable calidad?
Pablo Herranz, desde Valencia, recupera aquel
testigo, entrañable y aun hoy seductor,
más si cabe que entonces, mediante su revista Xiulit (podéis visitar su web www.xiulit.com). Un trabajo que recuerda, por la frescura de sus planteamientos y la audacia que
supone plantear una publicación infantil/juvenil en estos tiempos de
embrutecimiento global, a obras señeras, inolvidables, de aquella década que gestó
espléndidas viñetas. Sin ir más lejos, Xiulit
me ha recordado diversas y estupendas revistas como la magnífica Strong (Ediciones Argos Juvenil,
1969-71), con sus 90 números publicados a partir de traducciones de la revista
francobelga Spirou, a la que se
fueron incorporando autores españoles; o la madrileña El Acordeón (Esco, 1976-77) y sus 62 números de periodicidad
semanal, donde convivían la historieta de corte épico y la viñeta surrealista
–recuerdo con agrado las sugestivas
aventuras de los hermanos Pifo y Pife– junto con juegos, puzles y
encartes; pero por encima de estas, y de otras, me evoca Xiulit el aroma de una de las más grandes revistas españolas de
cómics, la incontestable Trinca
(Ediciones Doncel, 1970-73), un gran clásico del tebeo juvenil que incluso, más
de cuarenta años después de su último número (vieron la luz 65), hoy conserva
toda su impactante magia.
De Trinca me atraían, en particular, las magistrales
viñetas de maestros como Juan Arranz, Hernández Palacios, César Guirado, José
Bielsa, Víctor de la Fuente, Federico Maidagán, Guinovart… y el alicantino Miguel
Calatayud, con su Peter Petrake, obra
maestra del pop psicodélico cuyos trazos me magnetizaban con su audaz diseño y
colorido.
Xiulit, como
digo, de la mano de su editor/director Pablo Herranz, y con periodicidad mensual, recupera mucho de aquel
encanto, planteándonos un viaje por caminos que permanecían olvidados y ocultos
bajo la vorágine “culturalista” de las grandes editoriales de comic books. Es un regreso a la revista
juvenil con una variedad de autores y enfoques dispuestos para fomentar la
maravilla y espolear la imaginación, lejos de los tenebrosos vericuetos en los
que la historieta actual parece haberse adentrado merced a sus tramas oscuras,
deprimentes, pretenciosas, autoconscientes y artísticamente “elevadas”. Por
esta razón, es ya una declaración de principios que Herranz haya decidido
otorgar la portada de su nº 1 nada menos que al gran Miguel Calatayud,
luminoso, visionario e inagotable autor de estilo inconfundible, personal,
evocador. Tanto es así que, en el nº 6, el veterano maestro se incorpora a la
nómina de autores de Xiulit con su apasionante
grafismo vanguardista mediante la serie Raboseta
i Rabosot, un prodigio de diseño que capta de manera extraordinaria el
espíritu del cómic para niños pleno de fantasía y humor. De igual modo, la
impactante portada de este nº 6 exhibe una rotunda ilustración, de corte
aventurero y medieval, firmada con pictórica maestría por Francisco Ruizge,
evocando los épicos trabajos del gran Hernández Palacios para la siempre
recordada Trinca.
Comparten páginas asimismo, en esta venturosa Xiulit, dibujantes y guionistas experimentados
como el badalonés Toni Benages (con los deliciosos viajes del buque Siniamon y su tripulación), el valenciano Paco Roca (Diumenge al museu), el alcoyano Jordi Peidro (Contes i llegendes),
el alicantino Ruizge (El ratpenat i el
rei), los franceses William Maury & Christophe Cazenove (plasmando el
día a día de las encantadoras, pero también ácidas, Les sisters), Jean-Luc Hiettre (y las espectaculares aventuras del
audaz Lluc Passarell), Arnaud Plumeri
& Bloz (a partir de la fiebre que entre la chavalería generan Els Dinosaures), Olivier Milhaud &
Fabien Mense (y su deslumbrante Agito
Cosmos)… El propio Pablo Herranz se desdobla, igualmente, como guionista para
las series Contes i llegendes y El ratpenat i el rei, ambas con un
fuerte componente mítico-aventurero donde se recuperan episodios, figurados en
un caso, reales en otro, de la historia pasada valenciana. Y es que, en efecto,
Xiulit aboga por un cómic escrito en
la lengua de la comunidad autónoma, con lo que existe, por añadidura, un loable
empeño en fomentar y promover el idioma propio entre los jóvenes lectores. La
revista hermana, de este modo, el cómic nacional e internacional (por ahora
este en su vertiente francesa) bajo el denominador común de la lengua
valenciana, alternándolo con secciones de grato didactismo (senderismo rural,
deportes, recortables de Sento Llobell, póster central a cargo de Núria Tamarit…).
Herranz no es ningún recién
llegado al universo del Noveno Arte: en 2006 escribió Las manos en los bolsillos, cómic con dibujo de Toni Benages, para
la editorial alicantina Edicions de Ponent, y, más tarde, con arte del
madrileño José Luis Povo, firmó los guiones para los dos tomos de Las aventuras de Miquel Mena –Ladrones de almas (2012) y ¡S.O.S. Zeppelin! (2015)–, ambos
editados por Netcom2. Bajo mi punto de vista aporta un valor añadido, y
conocimiento de causa, el hecho de que el editor y director de Xiulit, su alma mater, conozca perfectamente los entresijos del mundo
editorial (como lector, como autor, como emprendedor), sector que en absoluto
le es desconocido, pues paralelamente ha ejercido como escritor especializado
en cuestiones cinematográficas para numerosas publicaciones periódicas y libros
consagrados a la materia. Esa inquietud creativa, ese amor por el cine y, sobre
todo, el cómic, en definitiva por la imagen, se trasluce de manera determinante
en las páginas de Xiulit, una
revista nueva, sí, pero que a la par recupera el espíritu pionero de aquellas
otras publicaciones que he mencionado, cuya magia y fascinación resulta ahora tan oportuna y necesaria, incluso más,
como en su momento lo fueron tan ilustres precursores.
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